domingo, 30 de enero de 2011

Los primeros enanitos verdes

DESCUBRIR. NOVIEMBRE 1995

Este es año de platos voladores y, según todo indica, particularmente hacia Bariloche, la temporada andina ha sido de las buenas. Es propicia para revisar la vieja noticia de criaturas humanas verdes, enigma que viene de nueve siglos atrás. Sin adherir a la ingenuidad inicial que los llamaba niños verdes, y sin bases ciertas para sostener que fueran mutantes de probeta o de botellón, humanoides transgalácticos o espíritus, es forzoso darles nombre impreciso. Esta crónica optará indistintamente por la denominación primera o por la muy actual de enanitos verdes.
En tiempos del chambón rey Esteban de
Inglaterra, llegado al poder en 1154, la religión —como hoy la economía— explicaba sabiamente toda causa y efecto, cualquier fenómeno. Según quedó escrito, los espíritus aparecen sin timidez ante personas preparadas para esos encuentros. Desde San Isidoro de Sevilla (560-636) se aceptó que también los demonios de pronto se hacen reales y tangibles. Sucesos que hoy llamaríamos paranomarles despertaban en el Me-
diuevo poca sorpresa y, sobre todo, menos discusiones que ahora. Sabios con chapa, mal o bien, explicaban y catalogaban todo.
Uno de ellos fue, hasta cierto momento, William de Neiburgh, monje de un monasterio de Yorkshire. El inauguró el relato de unos extraños niños verdes aparecidos en el siglo XII en Woolpit, cerca de Bury St. Edmunds, en Suffolk. Veamos algún párrafo de aquella descripción fundacional:
CERCA DEL MONASTERIO —cuenta— “hay

unos pozos antiquísimos que se conocen
como woolpittes y que dan nombre a un pueblo vecino. Era tiempo de cosecha y los segadores estaban recogiendo el trigo cuando de uno de esos pozos salieron de pronto dos pequeñas criaturas tales como un niño y una niña. Sus cuerpos eran completamente verdes; vestían ropajes de color extraño y textura desconocida. Vagaron inquietos por el campo hasta que los segadores los recogieron y condujeron al pueblo, donde mucha gente se
agrupó para ver la maravilla...”.
El hallazgo fue ratificado por el abad Ralph de Coggeshall, de Essex. que corrigió la descripción anterior rumbeando a la sospecha. Para él “estaban teñidos de un color verde”. El mismo escriba da cuenta de que nadie pudo entender el lenguaje de los enanitos y que, “cuando fueron llevados a casa de un caballero, en Wikes, lloraron amargamente. Sólo se interesaron ante unas chauchas acaso parecidas a su alimento habitual. Buscaron dentro de los tallos y quedaron desolados al no ha-
llar nada, pero se consolaron cuando se les mostró que las vainas contenían porotos”.
La dieta no valió para el enanito, que dio en languidecer y murió. La enanita se acostumbró a otras comidas, sobrevivió e incluso se fue poniendo cada vez más rosadita. La bautizaron y quedó al servicio del caballero pero, según el abad “su conducta fue traviesa y disoluta”.
EL ABAD AGREGA: "Ella declaró haber llegado desde un país sin sol pero con crepúsculo, donde todo era completamente verde incluso los habitantes”. Según la ex niña o enana, habían desembocado con su hermano en el woolpit luego de entrar en una cueva. Al salir, la luz del sol los deslumbró y aturdió, se aterrorizaron ante los segadores y no pudieron ya encontrar de nuevo el pozo para huir de ellos. A pesar de su verdísimo pasado la muchacha se casó con un mozo de Kings Lynn y vivió muchos años.
El monje de Newburgh no concordó con el abad en la historia de la cueva. Según él, cuando fueron hallados en el trigal la enana contó muy otra cosa: “Somos habitantes de la Tierra de San Martín (sic) y estábamos dando de comer a los animales de nuestro padre. De pronto hubo un repentino y ensordecedor rebato de campanas, nuestros espíritus se sobrecogieron y nos vimos trasladados al campo de cosecha”.
Según el monje William, la que ellos consideraban una niña, juró alguna vez que en su tierra natal también había iglesias, y
que estaba separada de “un país de luz” por lo que ella llamaba “una gran corriente”. ¿Un río, un mar, una galaxia? Conviene señalar que durante el reinado del tal Esteban, la vida era muy difícil y que, a menudo, las familias se desintegraban en busca de comarcas donde hubiese menos miseria (nombre antiguo abarcador de las hoy llamadas necesidades básicas insatisfechas).
QUE TE QUIERO VERDE. Por buscar pelos en la leche las mentes racionales de aquellos años, y de los que irán corriendo, dudaron del verdor atribuido a las curiosas criaturas. ¿Por qué entonces, tan rara humanidad en las descripciones originales? Acaso se de-
biera a que el verde fue siempre un vicio inglés, que atribuía a ese color capacidades sobrenaturales. En el folclore tenía significación ambivalente: era el color de la vida y la fecundidad y, asociado con las hadas, connotaba cierta magia siniestra. Recordemos que hubo fea dualidad en aquel caba-
llero de Verde Luna del castellano Quijote, pero ya antes en Inglaterra, el “hombre verde” estaba en las canciones y en los nombres de las tabernas. Desde el siglo XIV se conoce el poema anónimo Sir Gawain y el Caballero Verde, que refiere cosas así:
“La gente se había reunido para contemplar y examinar al personaje! porque todos los hombres se preguntaban qué podía significar! que aquel jinete y aquel caballo tuvieran tal color,! que parecía más verde que la hierba,! y aún más que brillara de una forma más llamativa que un esmalte verde sobre el oro.! Los que estaban de pie lo estudiaron y se acercaron/ sigilosamente a él no sin gran curiosidad! sobre lo que el personaje podría hacer.! Porque ellos habían visto hechos sorprendentes,! pero ninguno como éste.! Así pues, los habitantes del lugar lo catalogaron! como un fantasma de la tierra de las hadas.!!”
CHAUCHA Y POROTO. Con el correr de los siglos muchos nuevos enanitos verdes irían siendo denunciados, pero al parecer ninguno de ellos mostró avidez por los porotos que tanto gustaron a los pasajeros del woolpit. Pero hay otras circunstancias curiosasquevalela pena señalar respecto de las creencias de aquella época: se decía que las chauchas o judías verdes eran el bocado predilecto de muertos y fantasmas. De allí que los sembrados chaucheros tuvieran gran tránsito nocturno de almas en pena. También se creía, paradójicamente, que esparciendo este tipo de alimento alrededor de una casa, ésta quedaba protegida. Una tradición más especializada sostiene que para andar por tierra embrujada se debe llevar en la boca uno de esos porotos. No bien aparece la primera bruja, zácate, se le escupe el poroto, y después, todo bien.
En resumen, y como casi siempre, quedan abiertas todas las opciones. El hecho de que los niños o enanitos no comiesen más que porotos los ubicaba en la categoría de espíritus. Pero ¿cómo es que no tenían ni idea de cómo se abrían las vainas? Los fantásticos enanitos verdes de los ovnis anuales no muestran avidez por chauchas ojudías verdes, alubias blancas ni porotos caballeros. Se diría que son motoristas casi onmívoros, con paladar de camionero más que de gourmet. Lo mismo los atraen las yerbitas serranas del Uritorco que el mediocre catering de nuestras aeronaves es.
REFLEXIONES MADURAS
1. Las criaturas verdes halladas en Woolpit —vinieran de donde vinieran—pudieron padecer algún tipo de ictericia debido a la ingestión forzosa de porotos silvestres incompatibles con sus sistemas biliares. 2. La larga permanencia en pozos pudo haber puesto a aquellos seres en contacto con minerales que, absorbidos por vía cutánea, originaron el verde aspecto con que asombraron a los segadores.
3. Por otra parte: no ha sido
suficientemente examinada una de las declaraciones de la enanita verde. ¿Alguien setomó el trabajo de investigar en parajes (o circos, o teatros), llamados “San Martín”?
4. Habida cuenta de los ajustes feroces de aquel rey Esteban, es posible que las dos verdes criaturas fueran como nuestros chicos de la calle:
seres hambreados forzados a mentir y capaces de alucinación y fantasía.
5. Un hecho concreto es que,
a medida que la niña fue aprendiendo a leer, mudó de color, estatura y costumbres. Si ella había sido alma en pena, quedó claro que el libro es mejor alimento espiritual que la chaucha.
6. En última instancia y para el caso de que los dos extraños enanos del trigal hubiesen sido extraterrestres, resultaron de bajo rating. El varón murió pronto y ella se vulgarizó. Nadie vino nunca a buscarlos.

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