domingo, 30 de enero de 2011

La conexion egipcia de Tassili

Revista Año Cero. Mayo 2009, por Carlos Mesa Y M. J. Delgado


Tassili es un macizo montañoso situado en el centro del Sahara, con una extensión de 800 km de largo por poco más de 60 de ancho. que recorre la frontera entre Argelia y Libia. En la lengua de los tuaregs significa "meseta de los ríos" y, de hecho, gran parte esta región se encuentra atravesada por wadis, cauces secos que serpentean por su territorio, dándonos una idea clara de lo que fue aquella inmensidad en tiempos remotos.
Su parque natural, declarado Patrimonio de la Humanidad desde 1982, está considerado como «la capilla sixtina del arte rupestre». Están catalogadas 15.000 pinturas prehistóricas, aunque es posible que en su totalidad asciendan a 80.000. En 1956, Henri Lothe dirigió la primera expedición francesa para estudiar estas representaciones pictóricas. Tras tres campañas en las montañas de Tassili, publicó un libro en donde subrayaba que, junto a muestras propias de la cultura aborigen, existían otras pinturas con marcado estilo egipcio. Esta afirmación causó desconcierto en los ambientes académicos, una polémica que quedó saldada cuando surgió la información de que el dibujo de las «señoritas con cabeza de pájaro y aureus» resulté ser un fraude, ya que debió ser pintado por un miembro de la expedición con la intención de gastar una broma.
Nosotros hemos intentado averiguar quién fue el causante de la «broma» y en qué escrito de Henri Lothe se reconoce el fraude, pero sin éxito. Lo que sí hemos constatado es que tal pintura ha sido borrada expresamente para evitar su estudio, por lo que ya no hay manera de descifrar este supuesto enigma. Esta barbarie no es única en Tassili, ya que una mano invisible también ha alterado convenientemente la cabeza del hombre del dibujo denominado "el rapto"; tal vez porque no cuadraba demasiado que un personaje con cabeza redonda estuviera en la misma escena junto a las nativas prehistóricas. En cualquier caso, nosotros hemos encontrado otras muchas pinturas con marcado carácter egipcio.


El prestigioso geógrafo norteamericano Karl W. Butzer explica que, en el Holoceno temprano, hace 12.000 años, en época posterior al fin de la cuarta glaciación, se produjo un aumento de temperaturas en nuestro planeta entre 2,3 y 2,7 grados, lo que provocó abundantes precipitaciones en zonas del norte de África. Ello propició el asentamiento de tribus en lugares hasta entonces despoblados. El Sahara fue habitable desde el 9000 al 2500 a. C. Desde el 2500 a. C., la sabana comenzó a transformar la región en lo que es ahora, perla que las poblaciones abandonaron dicho hábitat y Tassili sólo albergó a ciertas tribus de nómadas y a los viajeros que atravesaban de lado a lado el continente.
Segun Herodoto, las vias de comunicación de la época prehistórica africana fueron tres, y todas ellas terminaban en Abydos, la ciudad santa del Nilo. La primera comunicaba la Gran Sirte con las islas del Egeo. La segunda, o ruta del atlas, discurría entre el Asia Menor y las altas mesetas de Numidia y Mauritania, yendo hasta las columnas de Hércules. La tercera y más antigua, conocida como la ruta tropical, conectaba el Ponant (poniente) y Egipto (oriente).
La condesa Marcelle Weissen-Szumlanska, geóloga, botánica, etnóloga y arqueóloga, que participó en excavaciones en Numidia, se propuso investigar la viabilidad de la tercera ruta marcada por Herodoto, para lo cual organizó una expedición que recorrería aquellos caminos milenarios, siguiendo las pistas dejadas en forma de pinturas, relieves y asentamientos.
Por esta vía transcontinental, entre los paralelos 25 y 28, se encaminaron antaño los futuros pobladores del Nilo. Así fue consignado en las losas de roca consagradas a esos portadores de «todos los conocimientos necesarios para el desarrollo de una civilización». Dicho "pasillo" fue llamado «la ruta de los grandes nómadas»; pero también en Egipto aparecen inscripciones que lo denominan "camino de los muertos", debido a que delimitaba el lugar de enterramiento de sus antepasados.
Weissen-Szumlanska descubrió que el cabo Soloeris, mencionado por Herodoto, se correspondía con el actual Yubi, situado en la costa atlántica de Marruecos, frente a las Islas Canarias, que en tiempos del historiador griego se traducía como «el punto más avanzado de Libia». Desde allí comenzó su periplo para encontrar y recorrer el tramo de la Vía Imperial entre occidente y Egipto. Los asentamientos de los antiguos pobladores condujeron a la aristócrata hacia el sur de Argelia, recorriendo las pistas del Hoggar, cruzando Tassili, yenlazando con los casis milenarios de Merzug, Cufra, Dakhel y Kargueh, hasta llegar a tan sólo 3 km de la ciudad santa de Abydos.
Las crónicas prefaraónicas, los escritos de Manetón, los relatos de Herodoto y hasta las primeras líneas de La Odisea, nos hablan de una gran comarca desaparecida «en el otro extremo de Libia, allá donde se pone el Sol». Si hay algo mítico en el reinado terrestre de Osiris, es que tuvo lugar en otra parte, en el Primer País, en el «Amenti», la montaña de occidente, morada feliz entre todas las moradas. Los antiguos egipcios no dejaron de pensar en ese «Primer País», de añorarlo, de desear regresar a él. Fue un anhelo alimentado por todos los egipcios e inscrito en un rollo de papiro, más o menos importante, depositado sobre el pecho de las momias.
Para Albert Slosman, doctor en matemáticas y en informática y colaborador de la NASA en los proyectos Pioneer sobre Júpiter y Saturno, la palabra «Amenti» provenía de los vocablos egipcios AHAMEN-PTAH, cuya traducción sería «primer corazón de Ptah o corazón primogénito de Ptah», siendo Ptah el dios principal. Los nuevos pobladores que llegaron a Egipto, desde occidente, llamaron a esta nueva tierra ATH-KA-PTAH, que significa el «segundo corazón de Ptah», y que los griegos fonetizaron en la palabra Ae-gy-ptos. Por ello, el vocablo EGIPTO sería el nuevo nombre del país primigenio.

Este origen de Egipto, alejado de las riberas del Nilo, podría considerarse mitológico, si no existieran pruebas documentales que avalaran tal afirmación. Según el célebre naturalista y explorador JulesRené Bourguignat, en la antigua Numidia, en las zonas arqueológicas de Bou-Noura, de Sigus, de Bou-Merzug, y junto a algunos dólmenes, se encontraron gran cantidad de tumbas más pequeñas. Los antropólogos identificaron los esqueletos como pertenecientes a egipcies de las primeras dinastías. Existen asentamientos, como las estaciones neolíticas de Merimde y de Meadi, cuyo estudio certifica que tales sitios del Alto Egipto son anteriores a la época dinástica. Numerosos autores, como los egiptólogos Evers, Dümichen y H. Brugsch, afirman que las concepciones primigenias del pueblo egipcio se debían a una «invasión» de Egipto por pueblos provenientes del sur. Lo que nos sugeriría que éstos habrían llegado más bien del suroeste, por la vía señalada por Herodoto y llamada todavía en la actualidad «Ruta de los grandes nómadas».
Los investigadores Toby Wilkinson y Wim Zitman abogan por una reinterpretación radical de los orígenes del antiguo Egipto. Para el primero, las pinturas rupestres en el sur del País del Nilo proporcionan la prueba de que es allí donde debemos buscar la «génesis de los faraones», concepto éste que da título a uno de los interesantes libros de los que son autores.


El egiptólogo Kurt H. Sethe (1 869-1934) escribió que en el proto-Egipto se registré la llegada, en pequeños grupos. de quienes se conocen como los «Seguidores de Horus». La Piedra de Palermo, que tiene grabados un conjunto de acontecimientos desde la época predinástica hasta la V Dinastía, nos informa de esos reinados de los Shemsu Hor, anteriores al Egipto histórico. En el Libro de los Muertos se hace una alusión a favor del joven Horus, el «retoño rojo», después de la muerte de su padre, con posterioridad a la llegada al Valle del Nilo «de los grandes jefes divinos del horizonte del oeste, por los caminos de los muertos, luego de la noche trágica de los que ya no son...».
Ese trasvase de gentes y conocimientos ya se habría producido milenios antes del primer monarca de la I Dinastía. En algunos emplazamientos prehistóricos, tales como los de Tasa, de Heluan, en el Bajo Egipto, o de Merimde-Beni-Salamé, los estudios arqueológicos efectuados sugieren fechas que se remontarían a alrededor de do-
ce milenios. Los nuevos pobladores adaptaron el territorio nilótico construyendo diques. canales y embalses para regular las crecidas del río. El egiptólogo francés Etienne Drioton (1889-1960) aseguró que esta ingeniería pétrea fue realizada en tiempos prehistóricos, mucho antes del nacimiento del Egipto faraónico que conocemos. Esa cabeza de maza del rey Escorpión, del Ashmolean Museurn, o el bastón que alza Narmer, podrían simbolizar el trabajo de abrir canales para irrigar las tierras.
La «Dinastía Cero» de gobernantes egipcios fue durante muchos años desestimada por los egiptólogos, siendo sólo reconocida a partir de las excavaciones de Emile Amelineau y Flinders Petrie en el cementerio de umm el-Qaab (Abydos), entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX; y también por las excavaciones de James E. Quibeli en Nejen (Hieracómpolis). Estos gobernantes son blanco continuo de debate, relativo a la extensión de sus reinos en una época tan antigua de la historia de las civilizaciones humanas. En este periodo surgen las primeras auténticas ciudades, tales como Tinis en Abydos, Nubet en Ombos, Nejeb en Eileithyaspolis, Nejen en Hieracómpolis, Per-Montu en Hermontis, Uetyeset-Heru en Edfu, y Ab en Elefantina.


En la región de Eyzies, donde se encontraron los primeros esqueletos de los llamados cromañón, los ejemplos más antiguos de los Homo Sapiens, los constructores de una vía férrea derribaron la pared de una gruta en cuyo fondo se hallaba un esqueleto fósil humano, de aproximadamente 1,90 metros, cubierto de ocre rojo. Este rito de embadurnar los cuerpos de rojo no es exclusivo de los cromañones, sino que tal práctica también era común en Egipto. Los grandes sacerdotes del Nuevo Imperio —que ya no aplicaban el ocre rojo en su vida ordinaria— se pintaban para las ceremonias, los oficios populares, durante los días festivos. Herodoto, cuando se refiere a las poblaciones más occidentales de libia, asegura: «Los maxyes autóctonos se pintan el cuerpo con bermellón». Gracias a los trabajos en momias antiguas del profesor Frédéric Falkenburger, de la universidad de Maguncia, sabemos de la presencia en Egipto de una población de cromañones cercana al 10% deI total. El tipo puro se encuentra hasta después de la Dinastía XX (de Abydos a Denderah) y, esporádicamente, hasta la época moderna (El Cairo).
Ya los investigadores pioneros de la prehistoria insistieron en las analogías que presentaban, con la raza de Cromañón, los individuos descubiertos en las tumbas megalíticas de Roknia, en las alta mesetas de Numidia. Bourguignat los consideraría como antiguos egipcios.Tales resultados indujeron a los antropólogos a dirigirse cada vez más hacia el oeste, hasta los archipiélagos atlánticos. La identificación con la raza de Cromañón fue confirmada en una misión de cinco años. El antropólogofrancés René Verneau (1891-1981) estableció, sobre la base de numerosos ejemplos, la enorme capacidad craneal de los guanches, su elevada estatura, y esa deformación postcoronal, específicamente cromañoide, «que no se debe a una deformación ritual (como en los semitas), sino que se encuentra siempre en un punto preciso y entre pueblos donde ese rito no existe, especialmente entre los egipcios».


Por todo ello los investigadores proponen el occidente de Áf rica como lugar de donde procedían los cromañones que poblaron Egipto, y en concreto de las islas Canarias. El profesor Fredl Falkenburger realizó estudios sobre la craneología de los antiguos habitantes de las Islas Canarias y sobre la egipcia, comparando 1787 cráneos egipcios desde el periodo predinástico hasta nuestros días. Estos esqueletos pertenecían a la raza de los cromañón atlánticos, y esta base antigua va disminuyendo hasta desaparecer después de la XVII Dinastía, por la aportación del tipo africano-árabe-semítico.
Los vestigios de una conexión de los canarios primitivos con los antiguos egipcios, por la III Ruta de Herodoto (vía Tassili), se aprecia también en grabados que salpican todos los caminos que recorrieron aquellos emigrantes. En la isla de La Palma se hallan, impresas en las
rocas, esas famosas espirales de las que aún no se conoce el significado. Tales laberintos circulares los hemos encontrado en las montañas del Tadrart, al sur de Tassili. Pero fue en Egipto donde alcanzó su apogeo la representación helicoidal, que se identificó con una concepción de la Unidad o Energía creadora.


Etienne Drioton afirma que los vestigios encontrados en los yacimientos de Badari (Alto Egipto, en torno al 4400 a. C.) revelan un notable progreso de aquellos pueblos primitivos en lo que a comodidad se refiere. El mobiliario se enriquece con esteras y hasta con camas de madera, sobre las que se disponían almohadones de tela o de cuero rellenos de paja. En el Museo Canario abundan esas esteras antiguas de admirable regularidad, y esos trabajos en cuero de cabra: vestidos, envolturas para los muertos, almohadones para los vivos, que no existían en parte alguna en esos tiempos. Esta similitud de objetos sugeriría una conexión entre Canarias y Egipto.
En la necrópolis de Beni-Hassan (Egipto Medio, orilla oriental del Nilo) se abre la más vasta de sus cámaras. Mide 15 x 10 metros. Sobre la gran pared del tondo, en ocho líneas de diez metros de largo y cinco de altura, divididas en tramos iguales, están pintadas, desde el suelo a la bóveda, representaciones de lucha a mano abierta, entre hombres de auténtica morfología egipcia y otros de características guanches, es decir, cromañoides. Se trata de una representación detallada de la «lucha» canaria, vigente todavía en muchas fiestas loca-
les. Quienes hayan visto solamente una vez la lucha canaria, reconocerán de inmediato los pases bien diferenciados y las peripecias de esos duelos o combates personales, representados en más de ciento veinte grupos en los detallados bajorrelieves de Beni-Hassan.


La visita a Tassili constituye un reto, aunque el esfuerzo físico no sea tan importante y los repechos del primer día de ascensión nos conducen a un territorio plano, que no abandonaremos durante toda la expedición. La soledad se acopla como inseparable compañera de viaje. Durante el día, el silencio sólo es transgredido por el permanente chocar de las botas con los guijarros. Los tuaregs, acomodados a ese territorio hostil, nos indican en ocasiones la presencia de un camello, de un chacal o de un carnero en la lejanía. Nosotros sólo podemos divisarlos con los prismáticos. El camino se realiza a marcha lenta, pues en cada recodo aparece alguna pintura que merece un receso. Por la noche, el crepitar del fuego se funde con los tambores y los cantos de nuestros guías, hasta que el sueño hace que el campamento quede mudo.
Tras muchas jornadas de contemplar miles de pinturas, hemos llegado a a conclusión de que aquellos artistas no buscaban motivos ornamentales. Los diseños, dibujados en las corcovas pétreas, con todo tipo de escrituras y representaciones, obedecían a motivos bien distintos. Pudimos observar señales de aviso, como dibujos que advertían de la presencia de cocodrilos. Logramos establecer lugares que indudablemente eran de culto, pues su ubicación se correspondía con fantásticos oteros desde donde se divisaba un paisaje privilegiado. La ubicación de grandes monolitos de piedra a modo de templos, alejados de cualquier ruta transitable, en donde hallamos imponentes sacerdotes y sacerdotisas en actitud de celebración de liturgias insospechadas, no dejaba lugar a dudas. Estamos convencidos de que, junto a muchos garabatos realizados posiblemente para matar el tiempo, existen pinturas con carácter mágico. Las escenas de animales, plasmadas en lugares concretos, tendrían como misión propiciar la caza; así, las de batallas perseguían algún tipo de protección.


Wim Zitman ha identificado una connotación astronómica en algunas pinturas. Concretamente, centra su atención en el llamado "nadador", representado en Ti-n-Tazarift. Sostiene que ésta es, de hecho, la representación de una constelación. Asimismo, aboga por una relación entre las pinturas rupestres deTassili y el origen de la civilización egipcia, preguntándose si los chamanes de la meseta argelina no habrían sido sino los «Seguidores de Horus». En las grandes "plazas", como en Sefar, aparece la famosa imagen del "dios Orantes", como si aquella roca fuese el escenario de un gran teatro. en donde alguna vez se corrió el telón para que esas imágenes fueran contempladas por todos los que llenaban el recinto que lo rodea. Sir Ernest A. Wailis Budge (1357-1934) fue uno de los primeros en sugerir que los antiguos egipcios eran los herederos de la tradición chamánica de África.
Junto a pinturas de claro tinte realista, existen otras más abstractas, donde el artista habría querido reflejar un mundo onírico o quizá trascendente. El viaje del alma tras la muerte, ayudada por espíritus de otra dimensión, está representado en formas estilizadas precursoras de la misma simbología religiosa que hemos observado en multitud de viajes a Egipto.
Terence McKenna cree que los cabezas redondas eran de "otro mundo", pero no en el sentido de extraterrestres, sino en el de «otra dimensión". En su opinión, algunas pinturas reflejan los efectos producidos por la ingesta de setas alucinógenas. Algunas de ellas parecen verse representadas por sí solas y, en ocasiones, se intuyen junto a individuos que parecen llevarlas en las manos, como se observa en Matalen-Amazar y Ti-n-Tazarift. El hecho de que algunas pinturas reflejen la presencia de chamanes, se sustenta por la presencia de máscaras, de manos levantadas en señal de protección y de todo un arsenal de artefactos de claro sentido litúrgico...
En mayo de 2009 regresaremos a Tassili. una vez más, nos pondremos en manos de la agencia (www.viajesalnur.com) para que diseñe otro de sus sugerentes programas. Seguro que en algún rincón de la árida meseta nos aguarda una nueva y sugerente sorpresa.
Win Zitman subraya las connotaciones astronómicas de algunas pinturas. A propósito de "El nadador", sostiene que se trata de la representación de una constelación, Zitman también sugiere que dichas pinturas están relacionadas con la civilización egipcia.
En ciertas pinturas, el artista parece reflejar su mundo trascendente, adivinándose en las mismas una intención espiritual.
Los hospitalarios tuaregs preparan un té en el campamento.


Las pinturas de Tassili revelan misterios evidentes. La fidelidad de sus trazos no ofrece terreno a las dudas. Los dibujos realizados tan minuciosamente reflejan, como si de una fotografía se tratara, detalles que desconciertan. La primera vez que Henri Lhote llegó a la región de Jabbaren, cuyo significado en tuareg es «los gigantes», se encontró con que las paredes reflejaban a sus antiguos pobladores junto a unos enigmáticos «cabezas redondas», una especie de personajes extraños, cuya imagen siempre se representa con una suerte de máscara o escafandra (pues a veces se personifican con tubos a la espalda o que parten de sus bocas) y sólo cuatro dedos en sus manos (arriba, en la imagen). Al interrogar a los guías tuaregs sobre el significado de estos gigantes, nos explicaron que cuando comenzaron a construir sus casas de adobe y barro en el oasis de Djanet (abajo), la capital de su territorio, desenterraron huesos humanos de individuos que superaban los dos e incluso tres metros de altura. Lamentablemente, ningún tuareg quiso desvelarnos en qué lugar enterraron los huesos de estos personajes.


Algunos símbolos de Tassili se asemejan mucho a las «palabras de los dioses)>, como así llamaban los egipcios a su escritura. Veamos tres de ellos. Lo que para unos son medusas, y para otros son naves celestes (debajo, en la imagen), parecería ser una combinación de jeroglíficos. lnvolucra a la palabra «casa» y el determinativo «correr». En consecuencia, estaríamos hablando de casas que corren. Un complicado rompecabezas para el que no tenemos respuesta.
Un icono de Tassili muestra otro símbolo reconocible en los fonogramas unilaterales del alfabeto egipcio: la placenta, traducido como la letra J.
Un tipo de lengua anterior al beréber y el tuareg rellena multitud de rocas (imagen inferior). Se trata de una lengua que hoy en día nadie sabe interpretar, y que, a simple vista, podría parecer el preludio de la compleja escritura artística que florecería posteriormente en Egipto.
La mayor parte de la meseta de Tassili está protegida, tanto por su interés natural —en pleno desierto podemos admirar bosques de cipreses—, como principalmente el arqueológico. Sus miles de pinturas rupestres la convierten en un enclave único para los estudios multidisciplinares.

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