domingo, 30 de enero de 2011

Los OVNIs que la ciencia no puede explicar

Revista Descubrir. SETIEMBRE 1998, por Mariano Moldes


Aunque la sigla OVNI significa, apenas, Objeto Volador No identificado, el público suele asociar la investigación de estos fenómenos con una búsqueda obsesiva de pruebas de que la Tierra es visitada por seres de otros planetas. Si bien el estereotipo puede calzar en la horma de algunas figuras conocidas del llamado “movimiento ufológico”, existe una corriente que subraya la necesidad de emprender una investigación cientifica y objetiva. Esta corriente considera que todavía no existen evidencias de que los OVNi sean naves extraterrestres, una actitud que permite confiar en que su imparcialidad no sea distorsiona
da por sus expectativas.
Desde hace v arios añ os, el inv estigador escéptico Phillip Kass propone reunir los casos con mejores e\iden— cias objetivas a los que un consenso de expertos considere sin explicacion" Pero los ufologos miraban hacia otro a
que+ casar medio siglo del inicio de la e-a de los OVNl para que un compac to ero de científicos recogiera el guandecidiera abordar, sin prejuicios, el fas— cinante desafio. Así, entre el 29 de setiembre y el 4de octubre de 1997, los investigadores alineados en esta tendencia organizaron un coloquio multidisciplinario en Tarry Town, NuevaYork, bajo el lema: “Evidencias Físicas Relacionadas con los Informes OVNI.” El encuentro, dirigido por Peter Sturrock, un profesor en Física aplicada de la Universidad de Stanford, California, interesado en el tema desde hace dos décadas, contó con la participación de un Comité de Dirección Científica y de nueve fisicos, que se integraron como árbitros en el panel de Revisión Científica. Tanto oradores como los miembros del panel científico acordaron mantener en secreto las conclusiones del encuentro. Hace pocas semanas, la Sociedad para la Exploración Científica (SSE), la entidad organizadora, emitió un suscinto comunicado de prensa, que pasó prácticamente inadvertido. DESCUBRiR accedió al dossier completo, que ahora publica en forma exclusiva. AH VA EL UFOLOGO. Nueve especialistas en el tema, en su mayoría enrolados en la Sociedad para la Exploración Científica, fueron convocados a presentar las mejores e\idencias físicas asociadas con informes OVNI: fotografias, estimaciones de luminosidad, registros de radar e interferencias con equipo de automóviles y aviones, daños a la vegetación, secuelas en testigos y rastros físicos. Los testimonios verbales sólo se tuvieron en cuenta cuando fueron avalados por evidencia adicional: la buena
fe y la salud mental del testigo, afirmaron, no constituyen ninguna garantía, ya que hay muchos casos de ilusiones visuales o auditivas que afectan a gente normal. Entre ellos se presentó el físico Harold Puthoff, quien pese a haber sido muy crédulo en temas paranormales en los años 70 (defendió al famoso charlatán Uri Geller), hoy sólo se
dedica a problemas de Física teórica. El invitado más famoso fue Jacques Vallée, el ufólogo franco-estadounidense en quien se inspiró Steven Spielberg para crear el personaje del doctor Lacombe en Encuentros Cercanos
del Tercer Tipo. Con el tiempo, el escepticismo de Vallée fue creciendo, y en el curso de su transformación impulsó el nacimiento de la llamada “escuela psicosocial" de la investigación de los OVNi, que prioriza el entorno psicológico y social de los avistajes antes que las anécdotas o especulaciones. EL TRAUMA CONDON. Para los investigadores, la necesidad de que exista un pro yecto oficial dedicado al estudio de los O\ Nl siempre fue crucial ya que, por su intermedio, es posible disponer de canales de acceso a información restringida, tales como registros de radares militares, mucho más útiles que los civiles, y a archivos gubernamentales con material clasificado.
Por otra parte, la legitimidad que le otorga el “aval oficial”, despoja al tema de su aura marginal: si desde alguna dependencia del “poder” se interesan en los 0\ Nl, ocuparse de ellos ya no implica arriesgar la reputación, y los científicos sienten menos resistencias a tocar el tema.
Hace tres décadas, los ufólogos norteamericanos y, en consecuencia, los del resto del mundo, fueron sacudidos por un hecho traumático: la Fuerza Aérea de los Estados Unidos impulsó un programa de cuatro afios denominado Proyecto Libro Azul, en colaboración con la Universidad de Colorado. El trabajo culminó en 1969 con la publicación de un informe a cargo del doctor
Edward Condon, director del proyecto. El documen to, en resumen, concluía que investigar OVN1S no valía la pena. Con el infor me Condon terminó todo proyecto oficial estadou nidense de investigación OVNI. Tanto la Fuerza Aé rea de los EE.UU., la NASA y otras entidades oficiales derivaron a las conclusio nes de Condon a todo aquel que se interesara por el tema; una política que, a la larga, alimentó un in
gente folclore de teorías conspiranoicas. No todos los países siguieron el ejem
plo. En 1977, el gobierno francés inició un progra ma oficial para el estudio de fenómenos aéreos inu suales, que reestructuró en 1988. Este grupo se cono ce por las siglas francesas GEPAN/SEPRA, los nombres que tuvo en dos eta pas sucesivas. Su personal sólo estudió los casos que
reunieran los siguientes requisitos: 1) aque llos que fueran derivados por una organi
zación oficial, tal como la Policía; 2) hubie sen ocurrido pocas horas atrás, o a lo sumo, días; 3) el área fuera protegida después del evento; 4) hubiese muestras o mediciones tomadas inmediatamente después; y 5) las condiciones meteorológicas hubieran sido favorables para preservar las evidencias. Sus técnicos prepararon un manual para la policía francesa y desarrollaron una logísti ca a fin de enviar equipos para tomar mues tras, cuando fuera necesaria la asistencia de laboratorios especializados.
Otra novedad sobresaliente fue el desa rrollo del Proyecto Hessdalen, con sede en el Colegio Universitario Ostfold, Noruega. Las innovaciones tecnológicas que despliegan
donde se presentan sorprentes fenómenos aéreos en forma más o menos recurrente impresionó al panel cientifico.
Especialmente fueron dos los casos
que concitaron el interés de los científicos. PROHIBIDO PISAR EL CESPED. Un testigo informó haber visto lo que parecía un arte facto metálico que se posó sobre su jardín,
permaneció un minuto y despegó. Dejó una huella bien visible en forma de anillo. Al día siguiente la policía tomó muestras del sue lo, que el GEPAN derivó a cuatro universi dades para diferentes análisis. Segun Jean Jacques Velasco, director del grupo, el es tudio no arrojó ninguna conclusión cierta Las huellas contenían trazas de hierro. Tan bién había rastros de polímeros organicos fosfatos y zinc. Más de un mes después, el GEPAN tomó muestras de la vegetación que remitió a la Universidad Paul Sabater en Touiouse. El doctor Michel Bounlas. un prestigioso toxicólogo, encontró que las hojas jóvenes de esas plantas tenían caraterísticas bioquímicas de hojas muy viejas. En su opinión, esos cambios nunca podrían haber sido inducidos por una intoxicación con herbicidas. Su conclusión: inexplicado. OTRO OVNI EN EL JARDIN. Un biólogo que pidió mantener el anonimato informó que un objeto ovoide quedó suspendido sobre su jardín a un metro del suelo, permaneció en el lugar 20 minutos y volvió a elevarse. Las hojas del pasto se pusieron de punta como si hubiera un campo eléctrico muy fuerte. Las únicas plantas con secuelas fueron de amaranto, que quedaron como desecadas, y las frotas de otras plantas, que
parecían cocidas. El amaranto fue analiza do por biólogos de la Universidad Paul Sa batier de Toulouse. Algunas plantas pare cieron saludables, y contenían un 80 por ciento de agua, mientras otras estaban marchitas. Estas presentaban una elevada concentración de ácidos inorgánicos fuer tes, y produjeron semillas de alto contenido en aminoácidos, aunque estériles. Las plan tas sanas poseían contenidos muy altos de ácido gamma-aminobutírico (GABA). El
panel científico ad mitió que el GABA podría haber sido
producido por bacterias a partir de una de gradación de la sustancia natural ácido glutámico, pero no pudieron explicar por
qué sólo las plantas normales habrían su frido ese efecto.
UNA NUEVA ACTITUD. El SETI (siglas en in
glés de Búsqueda de inteligencia Extrate rrestre), una institución que trabaja filtran do señales radiales provenientes del cos mos en busca de un mensaje inteligente de otras civilizaciones fue, durante décadas, blanco de la desconfianza y la animosidad de los investigadores de OVNIS. Los pane listas enfatizaron las similitudes y el poten cial de cooperación entre ambas comuni dades, y propusieron los criterios de rigor del SET1 como un ejemplo a imitar por parte de los ufólogos, quienes, a veces, se sir ven de una máscara de seriedad científica para perseguir sus quimeras personales.
El enfoque de los científicos fue
abierto y op timista. Pero, a la v vez, suma mente cauto. En el foro se abordaron cuestiones me todologicas y los arbitros in sisteron en que la validez de la evidencia presentada era intere sante. aunque li mitada en muchos aspectos. Una cuestión largamente discutida fueron los posibles mecanismos de origen de lecturas aberrantes en el radar. Si bien no descartaron hipótesis
a priori, prefirieron proponer explicaciones prosaicas. Las mejor fundamentadas fue ron los fenómenos atmosféricos inusuales desconocidos. También estuvieron atentos al desarrollo de dispositivos militares secre tos, que a veces son archivados sin pena ni gloria pero, en alguno de sus ensayos, de jan una impresión indeleble en testigos desprevenidos. Los casos de interferencia con automóviles no recibieron mucha aten ción dado que no están respaldados por evidencias convergentes. Los informes so bre trastornos en la salud de los testigos, aunque bastante coherentes en conjunto,
fueron tomados con cautela: el vinculo en tre las observaciones y dichos efectos no estaba suficientemente documentado.
Hubo un caso ocurrido en Noruega que interesó especialmente a los miembros del comité. Pasada la medianoche del 3 de agosto de 1991, desde una cabina de observación, dos mujeres vieron moverse lentamente, durante dos horas, una luz inusual, coloreada e intermitente. El cielo estuvo claro hasta el fin de la observación, cuando aparecieron unas nubes. No había tormenta eléctrica en el lugar, pero sí a 120 kilómetros en la misma dirección del fenó meno. Este caso, que no llamaría la aten ción a ningún aficionado, despertó la cu riosidad de los científicos porque existe una imagen corroborativa tomada por la gente del Proyecto Hessdalen. Y porque dio lugar a un descubrimien
to original: duran te décadas se con sideró que toda ac tividad eléctrica vi sible se produce en las cercanías de una tormenta y por debajo de ella; en este caso habrían sido invisibles para las observadoras, ya que se en contra ban debajo del ho rizonte. Sin embar go, el hallazgo de mostraría que este
conocimiento tradicional estaría errado.
Algunos informes de Hessdalen se deberían a fenómenos que ocurren por encima de las tormentas, a una altitud de hasta 100 kilómetros, bien por arriba del horizonte. Esta clase de actividad meteorológica se denomina con pintorescos nombres de fantasía, como “chorros azules”, “escar chas rojas” y “duendes efimeros”.
RAROS E INTERESANTES. En 1968, el doctor Edward Condon había concluido su informe con estas palabras: “... probable mente no pueda justificarse un estudio más extenso del fenómeno OVNI en base a la expectativa de avances cientificos...
En esta ocasión, el panel aseguró que algu nos incidentes pueden haber involucrado fenómenos naturales raros pero interesan tes, si bien no hallaron evidencia convin cente de procesos físicos desconocidos o intervención de inteligencia extraterrestre. También destacó la necesidad de centrarse en las evidencias fisicas, y reconoció que desde el momento en que involucran ob servaciones inexplicadas es posible que, en el futuro, se encuentren conocimientos que
amplíen las fronteras de la ciencia.

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