domingo, 30 de enero de 2011

EL MISTERIO DE LOS UMMITAS

Revista Conozca Mas. Abril 1996, por Oscar Kosada

En 1968, en su viaje a la Luna, la nave Apolo VIII hizo algo que hasta ese momento parecía imposible para el hombre: abandonó la órbita terrestre y se internó en el cosmos. Envió, entonces, una fotografía que hizo historia y que luego se reproduciría millones de veces. En ella se veía por primera vez al planeta Tierra en su deslumbrante totalidad: era una pequeña esfera celeste flotando en la nada. Su desamparo resultaba abrumador y su fragilidad producía espanto. Lo peor de todo es que a través de esa imagen era imposible sospechar como diría Borges el rumor de sus lenguas y el pavor de sus mitologías. En la negrura del Cosmos, parecíamos apenas una mota de polvo cristalizado. Lo mismo ocurre ahora cada vez que los astrónomos enfocan sus telescopios en una débil estrella llamada Wolf 424, situada a la sideral distancia de 14.437 años luz. Es una insignificante lucecita clavada en el cielo, huérfana de toda relevancia. Viéndola así es imposible sospechar algo acerca de su cosmogonía. Sin embargo, una extraña historia asegura que alrededor de ella gira un invisible planeta llamado Ummo, muy frío y habitado por una raza de seres inteligentes que han alcanzado un altísimo grado de civilización tecnológica.
Se dice, también, que han desarrollado naves impulsadas por energía electromagnética que les permiten viajar por el universo sin tener en cuenta el tiempo tal cual lo conocemos nosotros. Según afirman algunos estudiosos que han investigado el tema, los ummitas llegaron a la Tierra en 1950 y desde entonces viven ocultos entre nosotros, habiendo adoptado la forma humana para pasar inadvertidos.
En realidad, la crónica de cómo los ummitas habrían revelado su presencia en la Tierra arranca mucho más tarde, a comienzos de 1966, cuando un conocido ufólogo español, el periodista y escritor Fernando Sesma Manzano, recibió un mensaje telefónico anunciándole que ese mismo día una persona le iba a llevar una serie de imágenes para que él las examinara. El desconocido le dijo que se llamaba Deii 98 y que provenía de otro planeta. Creyó que alguien le estaba jugando una broma. Dos horas después, sin embargo, tocaron a su puerta y le entregaron un sobre cuyo contenido debía examinar y luego devolver al mismo mensajero. Se trataba de una serie de fotografías en las cuales se veían en forma tridimensional- máquinas insólitas, objetos desconocidos y una vista de lo que podía ser una misteriosa ciudad, trazada con una geometría que no era terrestre. Había rascacielos delirantes y planos que parecían flotar en algún fluido viscoso e invisible, lo cual le otorgaba inusual coherencia al conjunto. Los edificios no tenían ni principio ni fin y se desvanecían inadvertidamente,
del mismo modo en que comenzaban Parecían escapados de algún grabado del 1700 del arquitecto Giovanni Battista Pirandello o de las ilustraciones terribles de un relato de Tolkien.
A la mañana siguiente, Sesma Manzano recibió lo que luego se dio en llamar "primer documento ummita". Era un largo relato donde éstos le explicaban cómo era su mundo, describían sus dioses y explicaban su lenguaje. Pero nada decían acerca de sus intenciones. Le pedían, eso sí, que no diera a conocer ese mensaje a nadie y que reservara para sí mismo todo lo que había leído. A partir de esa primera comunicación, decenas de científicos y ufólogos de todos los países comenzaron a recibir inquietantes documentos ummitas, que terminaban con el mismo pedido de reserva y discreción.
Estos mensajes, escritos con un mismo estilo y firmados de idéntica manera como ya se verá, provenían de diversas partes del mundo y contenían una increíble cantidad de información científica desconocida. Así, poco a poco, se pudo reconstruir la historia del anunciado planeta Ummo y la presunta llegada de los ummitas a la Tierra.
Según el matemático francés Jean-Pierre Petit director del Centro Nacional de Investigaciones Científicas, de Francia, muchos de sus trabajos teóricos sobre el plasma y la energía magneto hidrodinámica (MHD) fueron inspirados en los relatos ummitas. Petit sospecha, también, que el científico ruso Andre Shajarov, premio Nobel de física, conocía ciertas comunicaciones ummitas sobre mecánica de los fluidos y debió trabajar sobre el las cuando elaboró algunas de sus más célebres teorías.
Aunque muchos de los llamados documentos ummitas se han destruido o extraviado, una recopilación de las comunicaciones primigenias le permitió al doctor Juan Miguel Aguirre Ceberio -de la universidad de Madrid- publicar tres tomos, que en total suman 1.189 páginas, con cartas y documentos de procedencia ummita ordenados temáticamente. La primera edición de esa magna obra extraterrestre data de 1985 y se calcula que en 1995 ese material ya se ha duplicado. Aunque los envíos, con el tiempo, se fueron haciendo más espaciados, crecieron en extensión. La última comunicación recibida por el profesor Petit en noviembre de 1995 ocupa 213 carillas mecanografiadas y trata de física cuántica y sobre las posibilidades de producir antimateria en un acelerador de partículas. Está redactada en inglés. Nadie se explica de dónde proviene semejante torrente de información, acumulada a lo largo de 30 años. Algunos creen que sus autores son, en verdad, seres inteligentes venidos del planeta Ummo que gira en torno de la estrella Wolf 424.
Otros aseguran que se trata de una broma gigantesca armada por alguien que quiso tomarle el pelo a Sesma Manzano en aquel lejano 1966. Como todo le salió bien, habría ampliado el círculo de sus destinatarios remitiendo sus mensajes a los más crédulos ufólogos de todo el mundo. Otros, los menos, aseguran que fue un ensayo de la CIA para perfeccionar ciertas técnicas de manipulación de masas. Y que una vez lanzado, el experimento, cuyo nombre en código sería "Red Castle A4L", siguió desarrollándose con una dinámica propia, no deseada, que aún sigue en marcha.

Nadie, en todo caso, pudo aportar las pruebas suficientes como para respaldar estas opiniones tan disímiles. De ese modo, el asunto Ummo se ha convertido en una caso apasionante, donde cada ficha encaja con la otra y un dato se complementa con otro como en un rompecabezas infinito y perfecto. Lo fascinante en este tipo de fenómenos es que nada puede de ser probado ni negado. Si se trata de una broma, es -por lo menos- francamente desmesurada. Fernando Sesma Manzano murió en 1982 y nunca dejó de recibir informes de los supuestos ummitas. Es cierto que al primer bromista pudieron agregarse otros, que habrían seguido el juego aceptando reglas que no estaban escritas. Pero la coherencia estilística de los documentos parecería señalar a un mismo y único autor.
Lo de la CIA no resiste el menor análisis, pues nada explica -o permite suponer- por qué se eligió a un grupo de ufólogos madrileños, cuando aún vivía Francisco Franco y España parecía alejada de toda modernidad, para realizar una experiencia cuyo objetivo tampoco se vislumbra. Queda, por último, la inquietante posibilidad de que los documentos sean auténticos y que hayan sido escritos, en verdad, por seres llegados a la Tierra desde un lejano y frío planeta desconocido. Esto, claro está, pertenece ya al dominio del pensamiento ~ Si se cree en los ovnis no hay por qué dudar de que los ummitas estén entre nosotros. De todos modos, la zaga que cuenta el arribo de estos alienígenas a nuestro planeta es abracadabrante.
Según dicen los documentos todo empezó la primera semana de febrero de 1934, cuando un barco de bandera noruega navegaba por aguas del golfo de Terranova. A bordo iba un grupo de científicos para realizar algunas experiencias de comunicación a larga distancia por medio de la reflexión de ondas de radio en la ionosfera. Un tren de ondas hertzianas usadas en la prueba habría cruzado la ionosfera perdiéndose en el espacio con resultado imprevisible. Catorce años después dicen las primeras crónicas ummitas recibidas por Sesma Manzano y su grupo, esas ondas fueron captadas por científicos del planeta Ummo, quienes comprendieron que se trataba de una señal inteligente, distinta al confuso ruido
galáctico. Esa afirmación resulta curiosa. A fines de la década de 1980 la NASA llevó a cabo un programa de escucha del cosmos -el ya famoso SETI- para tratar de captar en la Tierra las señales de comunicación de seres extraterrestres. El emprendimiento -que aunque reducido todavía sigue en marcha- no tuvo éxito. Pero asombra saber que, según una carta escrita a mediados de la década del '60, los supuestos ummitas hayan llevado a cabo un proyecto similar en su planeta, coronado por el éxito. ¿Ciencia ficción? Si así fuera, se trata de algo fantástico, digno de la imaginación anticipatoria de algún nuevo Julio Verne. En otra de sus cartas, los huidizos ummitas dicen que en enero del año 1949 del calendario terráqueo, una flotilla de tres naves, con seis tripulantes en cada una, partió de Ummo rumbo a nuestro sistema solar. Primero exploraron Neptuno y pronto comprendieron que las comunicaciones que habían recibido provenían de ese pequeño planeta azul al que llamamos Tierra. El 28 de marzo de 1950, a las cuatro de la mañana, las tres naves ummitas -según la crónica llegada a manos de Sesma Manzano y del ingeniero Enrique Villagrasa, otro de los integrantes del grupo de Madrid las tres naves aterrizaron en un sitio desolado, situado a 13 kilómetros de la ciudad francesa de Digne y a 8 de la aldea La Javie cerca de la frontera con Suiza.
De acuerdo con documentos recibidos por el comisario Dionisio Garrido y la funcionaria de la embajada de los Estados Unidos Alicia Araujo, esos primeros tripulantes se multiplicaron en la Tierra, adoptaron por mutación la forma humana y ahora ya resulta imposible precisar su número. Los escritos, que al comienzo eran firmados por Deii 98 hijo de Deii 97, comienzan a ser
rubricados por un supuesto Gobierno General de Ummo, circunstancia que se repetirá invariablemente hasta las comunicaciones más recientes. El 27 de mayo de 1967, una carta ummita anunció a varios ufólogos españoles la llegada de algunas de sus naves. Señalaba que una de ellas descendería cerca de la localidad de San José de Valderas.
Pocos días después de la fecha señalada, un periódico español difundió varias fotografías tomadas por un aficionado anónimo que hizo llegar las imágenes a la redacción. En el las se advierte un plato volador en el cual se distingue el signo que usan los ummitas para sellar sus misivas:
una suerte de letra H con los brazos curvados hacia afuera y cruzadas por una raya perpendicular. Un segundo fotógrafo, llamado Antonio Pardo, le envió a Sesma Manzano una secuencia de esa misma nave pero tomada desde una perspectiva distinta. Otro grupo de testigos dijo haber visto descender el aparato en Santa Mónica, cerca de Valderas. Cuando levantó vuelo, un chico recogió en el lugar un trozo de metal y una plancha de un material desconocido, de color verde. El Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial de España sometió esos dos objetos a un minucioso análisis y concluyó que se trataba de un tubo de níquel de 99 por ciento de pureza y que la película plástica era polifluoruro de vinílo
sumamente resistente a la traccion y a las altas temperaturas Se trataba sin duda de material aeronautico.
En abril de 1967 Alicia Araujo recibio un informe de 23 paginas donde se revelan ciertos rasgos de los ummitas y algunas de sus costumbres. En Ummo, dice esa comunicación, se habla un solo idioma, pero la gente usa dos lenguajes distintos para comunicarse entre sí. Por lo general emplean la vía telepática, pues los ummitas tienen un aparato de fonación muy débil, que necesita la amplificación. Por esa razón los primeros ummítas que adquirieron la forma humana debieron realizarse una pequeña operación en la glotis para poder hablar normalmente, no obstante lo cual su voz padece aún hoy de una monotonía y ausencia de inflexión insalvables.
En el año 1968, el escritor Antonio Ribera -autor de varios bestsellers- publicó, junto con el empresario catalán Rafael Farnols, un libro en el cual se analizaba el avistamiento de Valderas. Desde ese momento, la historia de los umm itas se divulgó masivamente y se hizo conocida en todo el mundo. Ribera se convirtió en el principal receptor de los documentos Ummo. Estos comenzaron, entonces, a ser cada vez más científicos y de neto contenido tecnológico.
Explicaron, por ejemplo, cómo eran sus naves interplanetarias, a las que ellos llaman Oawoo~ea uewa oemm, y que son capaces -aseguran- de sortear distancias interestelares en poco tiempo, pasando de uno a otro marco tridimensional. La cabina para los tripulantes, dicen, es de forma toroidal y flota libremente en una cavidad más grande sostenida por electroimanes. Es el mismo principio que usan los modernos trenes japoneses y alemanes que utilizan la suspensión magnética, todavía en experimentación, para desplazarse en el aire sin tocar las vías. En los períodos de gran aceleración, la cabina de las naves se llena de una masa gelatinosa que protege a los tripulantes de cualquier peligro. Durante el viaje, los ummitas usan un traje espacial hecho con una membrana compuesta e inteligente que no toca nunca la epidermis de quien lo usa. La NASA, varios años después de esa descripción, ensayó con éxito un traje de estas características. A pesar de que era operativo, resultaba muy costoso y se suspendió su producción. Los escritos también revelaron parte de la historia del planeta Ummo. Uno de sus informes describe una civilización armónica, esencialmente humanista, que se parece al paraíso perdido de Milton. Si bien le dan una importancia enorme al desarrollo de la ciencia, la subordinan siempre a las necesidades de la gente. Pero eso dicen- no siempre fue así. En los tiempos primitivos los ummitas adoraban a su dios supremo, al que denominan Woa (Generador), de una manera caótica e individual. Lo cual se reflejaba en la organización social, que era de permanente anarquía.
Eso se superó con el desarrollo de la ciencia, que impuso el orden. Pero la reverencia por lo científico también desató una feroz dictadura. Citan el caso de le 456 hija de Na 312, que poseía el mismo alto grado de sabiduría que de crueldad. Conquistó el poder gracias a su extraordinaria inteligencia y aseguraba que en ella habitaba el cerebro de Woa, razón por la cual era infalible.

Sostuvo que el fin último de Ummo era la investigación y potenció la ciencia por encima de cualquier otra disciplina. Quienes no alcanzaban un nivel de comprensión científica suficiente pasaban a integrar las colonias de los trabajadores esclavos. En una de ellas vivía un hombre llamado Ummoowa, que se rebeló contra la dictadura y pregonó la armonía social. Sus doctrinas crecieron rápidamente y el gobierno de le 426 fue finalmente derrocado. El planeta conoció un largo periodo de caos, pero salió de él fortificado.
Desde entonces, hubo armonía, lo que les permitió alcanzar el alto grado de civilización de que disfrutan. Esto, a grandes rasgos, es lo que explican -falsos o no- los documentos ummitas.
Ignacio Darnaude publicó, en 1982, un exhaustivo listado de los informes Ummo, que tiene hoy en día más de 3.600 entradas. Una decena de libros se refieren a la presencia de los ummitas entre nosotros y otros tantos analizan los escritos científicos atribuidos a Ummo.
El ingeniero Juan Domínguez Montes, por ejemplo, editó en 1983 El Pludcosmos, una difícil obra dedicada a los informes cosmológicos de Ummo, y el matemático francés Jean-Pierre Petít escribió en 1991 Le mystére des Ummites para la colección "Los caminos de la ciencía", de la editorial Albín Míchel, donde arriesga la siguiente teoría. Según este investigador, los documentos Ummo tienen el críptico propósito de hacer progresar la ciencia en nuestro planeta, sugiriendo líneas de investigación y procedimientos que de otro modo nunca abordaríamos o lo haríamos mucho más tarde.
Fraude o no, pensamiento mágico o no, credulidad o no... lo cierto es que la historia de los ummitas es uno de los misterios más impenetrables de este fin de siglo. Quizá represente, de algún modo epigramático, la ilusión de los hombres de vivir en un mundo más equitativo. Donde la ciencia sirva realmente para el progreso de la humanidad. Lo contrarío seria atroz.

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