domingo, 30 de enero de 2011

Fabio Zerpa tiene razón?

El FEDERAL. Febrero 2009, por Alejandro Lingenti

No son pocos los que aseguran que aquello que Andrés Calamaro afirmaba en la canción de apertura de su debut como solista en 1984 es cierto, que Zerpa no miente, que hay marcianos entre la gente yque vienen en son de paz, que traen amor a una civilización que lo necesita imperiosamente. Eso decía Calamaro. Eso, más o menos, dice Zerpa, un caso extraordinario de self made man, un ejemplo notable de los resultados de una buena operación de márketing, un curioso modelo de persistencia a lo largo de los años.
Zerpa habló de vida extraterrestre por primera vez a fines de la década del 50, y hoy, más de medio siglo después, insiste. Y aclara que lo suyo no es mcta creencia, que es plena convicción, que tiene pruebas. Quizás esas pruebas no sean suficientes para los más exigentes. Creer en la vida extraterrestre, en suma, puede set una cuestión de fe. Zerpa llegó de su Uruguay natal en 1959, en la mis
ma época que llegaron a Buenos Aires dos compatriotas suyos que terminaron triunfando, Juan Carlos Mareco y Julio Sosa, compañero de pensión de Zerpa y agudo lector de Proust, Sartre y Kierkegaard, según don Fabio. Empezó trabajando corno,actor (‘hice joyce, Shakes peare, Moliére, O’Neill, Anouilh”, informa orgulloso), se hizo fanático del tango (hoy es miembro destacado de la Academia Nacional), se estableció en la ciudad y un día, luego dç un episodio que él consideró revelador, decidió dejar la actuación para dedicarse a la investigación.
Había trabajado en TV (El amor tiene cara de mujer, Cuatro hombres para Eva), en cine -películas no demasiado taquilleras, dos de ellas en el exterior, según él mismo aclara- y hasta se dio el lujo de convocar a Astor Piazzolla para que metiera un bandonéon sobre el final del acto en el que Orestes, el personaje que encarnó en una versión de Electra, de Sófocles, recita un largo monólogo. Viajó más de cuarenta veces a Machu Picchu con contingentes de seguidores de sus enseñanzas, hizo una experiencia con peyote con Carlos Castaneda, por la cual dice haber descubierto “la sabiduría de los pueblos ancestrales a través de plantas sagradas que son enteógenas y no alucinógenas, como suelen decir”. Cuenta que alguna gente lo confunde por la calle con Cacho Fontana y sostiene que Gardel, Troilo y Piazzolla son “las tres bisagras de la historia del tango”.
Cosechó grandes amigos en el antbiente artístico -Carlos Estrada, Carlos Carelia, Norma Aleandro, Alfredo Aleón, Ernesto Bianco- y fue elegido por Steven Spielberg para presentar en Argentuza, Uruguay y Chile el estreno de Encuentros cercanos del tercer tipo. Acaba de cumplir 80 años y planea un 2009 con mucha actividad y un par de sorpresas:
ya está en marcha una biografía autorizada que probablemente edite Atlántida (titulada, obviamente, “Fabio Zerpa tiene razón”) y un disco homenaje que produce Hugo Bistolfi, integrante de la
banda heavy Rata Blanca, y en el que participan Adrián Barilari, JAF y, cómo no, Marciano Cantero. Con ustedes, Fabio Zerpa, hacia el infinito y más allá.
-Cómo empezó con sus investigaciones?
-Este año estoy cumpliendo 50 años de investigación de lo vida extraterrestre. Todo empezó el 17 de noviembre de 1959. Yo estaba filmando una serie de TV, Cóndores de acero, para el viejo Canal 7. Hacíamos exteriores en la VII Brigada de Morón, y en las escenas con piruetas aéreas me doblaba un capitán de la Fuerza Aérea, Alexis de Nogaetz. Un día, De Nogaetz me pregunta si quiero ir a practicar a un polígono de tiro en la isla de Mazaruca, en el delta entrerriano. Acepté, y nos fuimos en un viejo Morane Saulnier. Cuando estábamos a unos 800 metros sobre el nivel del mar, a la altura de San Miguel, me dice:
“Mirá lo que se ve a tu izquierda”. Y veo un aparato alargado, cori la forma de un
bolígrafo gigante, de unos 250 metros de largo. Lo teníamos a unos mil metros de distancia. Fará un instante, luego hizo un ángulo de 60 grados y se fue. Sorprendido, le pregunté a Alexis qué era eso, y sin dudarlo me contestó “un plato volador”. De ahí en más empecé a indagar, y había dos hipótesis: se trataba efectivamente de naves extraterrestres o era un arma secreta de las potencias. Ya en la década del 60, de todos modos, quedó descartada la hipótesis del arma secreta por trinchas estudiosos, El mismo día queme pasó esto con De Nogaerz, me quedé a cenar en el casino de oficiales. El capitán me advirtió que no comentara nada porque había una prohibición expresa del gobierno norteamericano. Sin embargo, también me dijo que otro capitán, Carlos Corradetti, era una persona de mente más abierta, a la que podía contarle, manteniendo la reserva con los demás, lo que nos había pasado. Y Corradetti sabía del tema. Me contó
que tenía un libro, Ely ing Saucers From Outer Space, de un investigador militar norteamericano, Donaid Keyhoe, que incluso estaba en la biblioteca de la Aeronáutica y era considerado un texto científico. Esa misma noche me devoré ese libro. Tenía una gran cantidad de testimonios de gente que había visto platos voladores en las décadas del 40 y del 50.
Fue en ese momento que se despertó en mi lo que siempre tuve, lo que apliqué en las diferentes disciplinas en las que me involucré: el teatro, la radio, el cine... En todos esos terrenos, mi principal móvil fue la investigación. El camino de la investigación implica encontrare1 sí y el no. Por eso me niego a que me describan como científico, porque la ciencia elige el camino de la ortodoxia y yo elegí el de la heterodoxia: el ocultismo, el esoterismo son para mí tan válidos como la ciencia.
-Y qué les contesta a los que dicen que no tiene pruebas de lo que afirma?
-Me he dedicado a estudiar cincuenta años al hombre y al cosmos, a investigar sin preconceptos y a aceptar el sí y el no. Yo no creo por creer, sino que afirmo que existe la vida extraterrestre, así como afirmo que existe Dios en base a lo que pude investigar en mis estudios sobre las vidas pasadas, que me ha Ile-
vado a darme cuenta de la existencia de una luz, una divinidad, o como queramos llamarle, que auténticamente ordena que estemos haciendo esta nota, por ejemplo. Yo fui encontrando pautas de comportamiento que prueban que estos ovnis son extraterrestres, que no quiere decir que sean de Júpiter o Saturno, sino que pueden provenir de mundos ocultos, paralelos. Albert Einstein barajó la posibilidad de los viajes en el tiempo, la idea de que nuestros nietos viajan hacia atrás para venir a vernos. Pero lo fenoménico no es lo más importante o lo único: más allá de que uno vea un plato volador, existen otro tipo de experiencias, las que están muy bien determinadas en la “calificación Zerpa”. Las clasificaciones de primer, segundo y tercer tipo son del doctor Joseph Allen Hynek, uno de los diez astrónomos más importantes del mundo, que en la década del 70 aseguró en un Congreso en Washington que “los ovnis existen y son extraterrestres”. Hynek fue asesor de Steven Spielberg en la película Encuentros cercanos del tercer tipo (1978). En algún momento yo me encontré con Hynek en un Congreso y le dije que me parecía que nos quedábamus cortos con estas clasificaciones. Y propongo entonces la calificación que incluye los contactos del cuarto tipo
(cuando el terrestre es introducido dentro de la nave, es abducido) y del quinto tipo (los contactos telepáticos con los extraterrestres). Hemos vivido 2.160 años con miedos que nos determinan política y culturalmente. Luque yo digo es que hay que dejar el miedo de lado, estar abierto a nuevas experiencias. Es lo que propongo en esta nueva disciplina que vengo desarrollando en los últimos años, llamada “Sabiduría del Ser”. En la universidad, lo que se ofrece es el conocimiento, pero no nos preparan como seres humanos. Los extraterrestres, con la tecnología de avanzada que tienen, podrían invadir la Tierra, y sin embargo vienen en son de paz, con un conocimiento acabado de la espiritualidad, que es lo que se viene en el siglo XXI, una
transformación, un cambio realmente radical e inexorable. El planeta sale de la constelación de Piscis y entra en la de Acuario, que astrológicamente significa el saber. Hay un gran filósofo francés, Andre Malraux, que afirmó que el “siglo XXI será espiritual o no será”. Creo que estaba en lo cierto.
-¿Qué relación hay entre la vida extraterrestre y sus investigaciones sobre las vidas pasadas?
-Está todo en el terreno de la espiritualidad. En 1971, Hamendras Nat Banerjee, un investigador que era en aquel entonces vicerrector de la Universidad de Jaipur, en la India, viene a dar una serie de conferencias de las que fui presentador. Le pregunté cuál era su especialidad y me dijo que era la memoria extracerebral. que no es nada más ni nada menos que la investigación de las vidas pasadas. Yo soy católico apostólico romano culturalmente. y se sabe que para ese dogma no existe la reencarnación, pero mis experiencias con 11 mil consultantes en los dieciocho países en los que viví me demostraron lo contrario. Estudié casi todas las religiones existentes y todas pregonaban lo que vamos a vivir en el siglo XXI, que es el tiempo del amor.
-iEncontró que alguno de esos consultantes fue en una vida pasada algún personaje histórico reconocido?
-Sí, yo lo paso a una vida pasada y le reproduzco los sucesos a través de la sofrología, una disciplina que creó el doctor colombiano Alfonso Ca~ cedo. Se utiliza un regresión de memoria para revivir experiencias, conflicrós, enioclones agradables o desagradables de vidas pasadas. La memoria exrracerebral ya era investigada por Carl Jung y, en la antigüedad, por los orientales (ellos lo llamaban “registro akáshico”). No es lo mismo que la hipnosis, que trabaja en niveles muy profundos de conciencia y no permite que la persona recuerde nada luego de la sesión. En la sofrología cuántica, en cambio, se trabaja en un ritmo más liviano, el estado Alfa, y la persona revive y siente todas las sensaciones en el momento de la sesión y ya no las olvida. Yo le agregué la palabra “cuántica” a la disciplina porque hago algo qtie no hacía Caycedo: estudiar, ini estigar la invisibilidad del ser humano, su espiritualidad. EnLre una z ida física y otra hay un período que el doctor canadiense J oel Wilcorr denominá “entrevidas”. Yo lo llanto “raer de la eerciidod” Mocee e1 cuerpo, la personalidad, pero no el yo. Uno está flotando, sabiendo quién es, pero con una paz que no se encuentra en el mundo terrenal. La muerte no existe, rodos vamos a ese mar de la serenidad, Yodudabade esto, pero tuve evidencias. De las 11 niil personas que me consultaron, sólo una docena fueron personajes notables en otros vidas: Abraham Lincoln, por ejemplo. Un consultante en España era Lincoln. Yo fui un vienés en el siglo XIX, y me pasaron dos cosas que considero pautas de comportamiento: cuando vivía en Uruguay, de muy joven, soñaba con valses vieneses -y resulta que esta persona que fui en una vida pasada hasta era amigo de Johan Strauss- y, por otra parre, cuando caminé por primera vez por Viena, había muchísimas cosas que me resultaban familiares. Para mí, ésas son evidencias.

Incidente Roswell

Revista Conozca Mas nro 83, por Abel Gonzalez

En el ardiente desierto de Nuevo México, en los Estados Unidos, hay un imaginario triángulo donde la geografía se convierte en historia y la historia en misterio. Allí, en la terrible década del '40 -años de guerra y muerte-, se escribió una de las más horrorosas crónicas de la humanidad. En el vértice superior de ese triángulo se levantaba -y existe todavía- una pequeña localidad que alguna vez pudo ser comparada con el infierno. Se llama Los Alamos y ahí se fabricó la bomba atómica que diezmó la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. En el lugar donde se forma el ángulo Este, había -en esa época una base de la fuerza aérea norteamericana de la cual despegó el B-29 Enola Gay que arrojó la bomba. Los ajetreados hangares de la escuadrilla 509 se recostaban, por aquél entonces, contra los fondos de un tranquilo pueblito llamado Roswell, que no tardaría en hacerse famoso en todo el mundo. Hacia el Oeste, en el último de los vértices, el desierto se transforma, aún hoy, en una insondable planicie que en los catastros locales figura con el nombre de San Agustín. Dentro del perímetro de esa figura geométrica -donde los días son ardientes y las noches heladas- hay una sucesi6n de parajes solitarios, enigmáticos y de siniestra memoria. Uno de ellos es Trinity, donde se ensayó en 1945 el primer artefacto nuclear hecho por el hombre; otro es un manto de arenas calcinadas, White Sands, donde se probaron los primeros misiles norteamericanos de largo alcance, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, más allá de unos montes grisáseos, se yergue el caserío rural de Corona, donde la noche del 2 de julio de 1947-en medio de una tormenta eléctrica- se habría estrellado un ovni contra la tierra. El crash de Corona,
como lo llaman los norteamericanos, se iba a convertir, pasando el tiempo, en un complicado, oscuro affaire (el incidente de Roswell) del cual se sospecha más de lo que se sabe. Horas después de ese primer crash, se hallaron los presuntos restos de otra nave desconocida, que supuestamente había caído en la planicie de San Agustín.
Varios testigos dicen haber visto allí a cuatro criaturas no humanas (tres de ellas muertas), que fueron retiradas del sitio por soldados fuertemente armados, pertenecientes a la base militar de Roswell. Ese es el escenario el triángulo enigmático y trágico donde se desarrollaron los acontecimientos que iban a termina1 el mes pasado, con la divulgación de una película donde se muestra la autopsia de uno de esos extraños seres de ojos hundidos, que mostraban un cráneo prominente y que tenían seis dedos en cada mano. Antes de transitar por los recovecos de esta historia -para descifrar, al menos, algunas de sus claves- hay que tener en cuenta un par de cosas. La Palabra ovni (que en realidad es un acrónimo, una sigla que quiere decir Objeto Volador No Identificado) era muy nueva en 1947 y no tenía aún el significado de nave extraterrestre que fue adoptando con los años. Un ovni, en esos momentos de guerra fría, era eso: un objeto que iba por el aire y cuya identidad y procedencia no podían establecerse. Hoy, ovni es siempre sinónimo de extraterrestre. A su vez, la expresión "plato volador" (que ya casi no se usa) nació exactamente el 24 de junio de 1947, en el estado de Washington, unas pocas semanas ante del incidente de Roswell. Ese día, el veterano piloto kenneth Arnold observó, mientras volaba sobre el monte Rainier, unas luces brillantes en el cielo que se acercaron velozmente a su máquina. Tenían la forma de un plato invertido de gran tamaño y parecían propulsadas por una rara energía que no era de este mundo. La detallada descripción que hizo de estas luces, de estos aparatos, dio la vuelta al planeta y alentó la imaginación de muchos. Así, de esta simple manera, empezó todo esto que vamos a contar y que arranca con el crash de Corona.
El 3 de julio de 1947 (corrigiendo nuestra nota del numero anterior; y no el 5 como dicen algunas fuentes), un pastor del lugar, llamado William MacBrazel, salió a recorrer el campo en busca de los posibles daños producidos
por la tormenta eléctrica de la noche anterior. Revisó las cercas y los molinos de viento y encontró que todo estaba en orden.
Cuando ya casi regresaba a la casa, vio detrás de una suave colina una serie de extraños objetos esparcidos sobre una gran extensión de terreno. Como estaba en compañía de un chico vecino -Dee Proctor-, entre los dos recogieron algunos de esos restos y los guardaron en el galpón de las herramientas. El día 6, Brazel fue a Corona para efectuar algunas compras y aprovechó el viaje para contarle al sheriff del condado, George Wilcox, lo que había visto. El alguacil, como Mac le había dicho que quizá se tratara de los restos de un avión accidentado, dio aviso a la fuerza aérea del singular hallazgo.
Después de haber examinado algunos de los objetos que Brazel había llevado en su camioneta, el jefe de seguridad de la base, mayor Jesse Marcel, se dirigió en un jeep a la zona señalada por el pastor en compañía de un oficial de inteligencia de apellido Cavin. Como los caminos estaban casi intransitables (en ese momento aún no habían sido pavimentados), llegaron cuando ya anochecía. Comieron las provisiones que llevaban, encendieron un fuego y se acostaron en sus bolsas de dormir. Antes de salir el sol ya habían llenado la parte trasera del vehículo con una gran cantidad de objetos encontrados por Brazel y que Marce no pudo identificar.
Mientras tanto, en el pueblo ya se había corrido la noticia del curioso hallazgo y comenzaron a tejerse las hipótesis más diversas. Hasta la radio local se hizo eco de los rumores. Cuando Marcel llegó al cuartel, una decena de personas -entre ellos los periodistas del Roswell Daily Record- esperaban en la puerta de entrada. Pero el jeep pasó como una exhalación y se perdió en medio de oficinas y hangares.
Un rato más tarde, el oficial de relaciones públicas Walter Haut -por orden del coronel William Blanchard jefe de la fuerza en Roswell- difundió un comunicado en el cual se decía, textualmente, "que (a Fuerza Aérea había recuperado los restos de un plato volador". La noticia dio la vuelta al mundo y cincuenta años después aún sigue provocando polémicas.
Al día siguiente se realizó una conferencia de prensa donde el mismo Marcel mostró a los cronistas y fotógrafos los ya famosos restos, asegurando que eran partes de un globo meteorológico que se había estrellado cerca del rancho de Brazel. De esa forma, los militares desmentían lo que habían afirmado pocas horas antes. ¿Por qué cambiaron su primera versión? ¿Qué había pasado? Algunos afirman que no ocurrió nada. Que simplemente los materiales desconocidos habían podido ser identificados y que no existía contradicción alguna entre el comunicado que hablaba de un ovni (un plato volador, un objeto no identificado) y lo que se dijo en la conferencia de prensa.

Muchos, en cambio, sostienen otras hipótesis. Los escépticos (aquellos que no creen en la existencia de naves extraterrestres) lo explicaron en aquella época, de la siguiente manera. En esos años, al gobierno norteamericano le interesaba saber si los soviéticos habían desarrollado ya alguna bomba atómica. Con ese fin, el presidente Harry Truman, puso en marcha el proyecto Mogul, que consistía en el lanzamiento de unos globos de nuevo tipo, capaces de remontarse a grandes alturas y que estaban provistos de un sotisticado radar capaz de detectar cualquier explosión nuclear que se produjera en la Unión Soviética. El Pentágono y el FBI (la CIA todavía no había sido fundada) habían clasificado a la operación Mogul como "top secret". Por eso, cuando Mac Brazel encontró los restos de uno de esos globos (y que por ser de diseño y materiales secretos no pudo ser identificado por los militares que ignoraban su existencia) el gobierno puso en marcha una maniobra de silencio y contusión. En 1978, Jess Marcel declaró que aquella noche de 1947 había recibido órdenes precisas de decir, en la conferencia de prensa, que lo que tenían los reporteros delante de sus ojos eran partes de un simple globo meteorológico. De ese modo, lo que había hecho la Casa Blanca era ocultar la circunstancia de que estaba espiando a la Unión Soviética, que había sido su aliada durante la reciente Segunda Guerra Mundial. Algo de razón tenían. Al menos así lo confirmó, con algunas variantes, la fuerza aérea en 1994 (ver recuadro). La explicación satisface a quienes ven en los casos de ovnis (con el término ya referido a su moderno significado) un curioso fenómeno de masas, una indescifrable alucinación colectiva. No es el caso de los ufólogos (ufo, en inglés, es la sigla equivalente a ovni), que han estudiado el incidente de Roswell. El físico Stanton Friedman da otra versión en su libro Crash at Corona. Según afirma él, basándose en numerosos testimonios, esa noche del 2 de julio de 1947 se produjo otro crash además del de Corona. La segunda nave cayó en la planicie de San Agustín y es allí donde se encontraron restos de cuatro extraterrestres, como en seguida veremos.
San Agustín, en realidad, es una meseta formada por el lecho de un enorme lago seco; muy cerca del cual está la Curva de los Murciélagos. Este sitio es muy frecuentado por los arqueólogos, ya que en esa caverna se desenterraron los primeros vestigios, de hace 4.500 años, de la más primitiva agricultura en suelo norteamericano. Conviene recordar este dato cuando se lean los testimonios que siguen.
Casi en el mismo momento en que se llevaba acabo la conferencia de prensa en la base de Roswell, un grupo de personas se desplazaba por San Agustín en busca de ágatas, en especial de una variedad muy apreciada que se llama ágata herrumbrada y que sólo se encuentra en ese sitio. En ese grupo iba el joven Gerald Anderson, su hermano Glenn -mayor que él-, su padre, su tío Ted y su primo Victor. Fue éste quien vio, en una hondonada, un extraño cilindro, de metal plateado, en medio de un amasijo de cables retorcidos y otros objetos imposible de identificar. Friedman recogió, en 1990, el apasionante retrato de Gerald Anderson. Lo que sigue es una sinopsis de lo que vio aquél día. Esa cosa estaba incrustada en el suelo y antes de caer debía haber golpeado contra (os árboles, pues muchos de ellos tenían la copa quebrada. Yo quise acercarme,
pero mi padre me gritó que me detuviera. Durante largos minutos la miramos de lejos y en completo silencio. De pronto mi hermano dijo que era una nave espacial, una nave marciana. En ese momento sentí miedo y me acerqué a mi primo. Alrededor del cilindro la tierra estaba Calcinada y aún se veía un pequeño fuego en uno de los lados más aguzados. Cerca de ahí vimos tres extrañas criaturas que yacían sobre el suelo. Dos estaban completamente inmóviles y la tercera respiraba con dificultad. Apoyado contra el cilindro, sentado en la tierra como si estuviese aturdido, había otro de estos pequeños seres. Estaba vivo, aunque herido en un hombro, y nos miró con terror cuando nos acercamos. Los cuatro eran muy parecidos, medían alrededor de un metro sesenta, tenían ojos hundidos, eran pelados y vestían una suerte de mameluco de una tela que parecía metal. Intentamos hablar con el sobreviviente pero no logramos que nos entendiera. Estábamos en eso cuando vimos que se acercaba un grupo de cinco jóvenes acompañados de una persona mayor.
Después supimos que era el doctor Buskirk, un antropólogo que exploraba la zona en compañía de algunos de sus alumnos de la universidad de Albuquerque. Intentó hablar con el pequeño hombre en varios idiomas, pero lo único que consiguió fue asustarlo aún más. En eso oímos que se acercaba una camioneta que llevaba una antena de radio. Era el ingeniero Barney Barnen, que estaba trabajando en ese lugar por cuenta de una compañía petrolera. En realidad ya no sabíamos qué hacer sobre todo porque el herido que respiraba con dificultad parecía haber muerto. Habría pasado algo más de una hora cuando llegaron dos camiones de la base de Roswell, al mando de un teniente de color. Un sargento nos echó a todos de la zona después de anotar nuestros nombres y dirección y cercaron el sitio con una cinta amarilla que sujetaron a unas estacas de madera. Nunca más volví a saber de esa gente hasta que años después leí un artículo sobre este caso en un periódico de Santa Fe.
Todos los testigos, de una u otra forma, dejaron su propio relato del extraño acontecimiento que les había tocado vivir en San Agustín aquél día de Julio de 1947. Gerald Anderson fue examinado por varios psiquiatras que certificaron que es una persona común y corriente, según dice Friedman. Pero eso no es todo. Glenn Dennis, encargado de los entierros en la base de Roswell, declaró, en 1990, que él había acondicionado los cadáveres de cuatro increíbles hombrecitos, en 1947, que después fueron cargados en un avión que los llevó a la base aérea de Fon Whorth, en Texas, sede de la Octava Brigada. El funebrero Dennis, en 1991, reconstruyó los hechos que le tocó vivir y proporcionó algunos datos muy discutidos. Reconoce que él no estuvo presente en la ya célebre disección de Roswell. Pero dijo que la enfermera que ayudó a los médicos le contó con lujo de detalles todo lo que pasó esa noche.
Recordando aquél relato es que pudo trazar unos dibujos que concuerdan sorprendentemente con las imágenes del film. Es probable, si todo ocurrió como dicen los ufólogos, que uno de esos cadáveres sea el que aparece en el controvertido film que muestra la autopsia de un supuesto extraterrestre. Causa angustia pensar en un ilusorio ejercicio de la imaginación que tal vez se trate de aquella temerosa criatura que Gerald Anderson recuerda haber hallado con vida, en la desolada planicie.

Enigma olvidado: Los hombres pez

Revista Codigo X. Año 1 nro 2, nota de Redacción


Algo relativamente olvidado para los amantes de los misterios y que sin embargo fue tema de amplio debate en tiempos lejanos, es la leyenda del hombre pez ¿leyenda? Porque esa es la cuestión ¿se trata de una leyenda?

De entre los sucesos enigmáticos de la historia pocos están tan ampliamente documentados y recogidos en crónicas serias de la época como las apariciones de unos llamados hombres-pez. Y si hacemos caso a las crónicas antiguas para escribir la Historia ¿porqué pasamos éstas como pura fantasía?

Dentro del capitulo de las leyendas relativas a seres acuáticos, y aparte de los míticos tritones, nereidas y sirenas, se inscriben las de los hombres-pez u hombres marinos.
Se trata casi siempre de una historia semejante, de seres, en principio, totalmente humanos, pero que un buen día sintieron la llamada de las aguas y se lanzaron a vivir en el océano. Hay noticias diversas y muy antiguas sobre estos seres legendarios. Plinio ya da conocimiento de dos de ellos, uno visto precisamente en las aguas atlánticas de la bahía de Cádiz. Eliano, Pausanías, Belonio Nauclero, Lilio Giraldo y Alejandro de Alejandro son algunos otros de los cronistas que reseñan apariciones de estos fantásticos hombres-pez. Pedro Mexía, en su “Silva de Varia Lección”, Juan de Mandevilla en el “Libro de las maravillas del mundo”, aparecido por primera vez en Valencia en 1515, y Antonio de Torquemada en su “Jardín de flores curiosas”, publicado en Salamanca en el año 1570, son los españoles anteriores al siglo XVIII que se hacen eco de las curiosas noticias de estos extraños personajes acuáticos.

Pero el relato que presenta mayor número de
detalles y que resulta de un singular interés por el carácter racionalista y desmitificador de quien escribe sobre él, es el del hombrepez de Liérganes, que aparece reseñado por primera vez en el volumen VI del Teatro Crítico Universal (1726-1740) de fray Benito Jerónimo Feijoo. La historia, tal y como la cuenta el ilustrado fraile -documentada a su vez en testimonios y tradiciones que en su tiempo eran “de actualidad”-, es más o menos como sigue.

Ea el lugar de Liérganes, cercano a la villa de Santander, actual comunidad autónoma de Cantabria, vivía en la segunda mitad del siglo XVII el matrimonio formado por Francisco de la Vega y María de Casar, que tenían cuatro hijos. La mujer. al enviudar, mandó al segundo de ellos, Francisco. a Bilbao. para que aprendiese el oficio de carpintero. Allí
vivía el joven Francisco cuando, la víspera del día de San Juan del año 1674, se fue a nadar con unos amigos al río. El joven se desnudó, entró en el agua y se fue nadando río abajo, hasta perderse de vista. Según parece, el muchacho era un excelente nadador y sus compañeros no temieron por él hasta pasadas unas horas. Entonces, al ver que no regresaba, le dieron por ahogado. Cinco años más tarde, en 1679, mientras unos pescadores faenaban en la bahía de Cádiz, se les apareció un ser acuático extraño, con apariencia humana. Cuando se acercaron a él para ver de qué se trataba, desapareció. La insólita aparición se repitió por varios días, hasta que finalmente pudieron atraparlo, cebándolo con pedazos de pan y cercándolo con las redes. Cuando lo subieron a cubierta comprobaron con asombro que el extraño ser era un hombre joven, corpulento, de tez pálí
da y cabello rojizo y ralo; las únicas particularidades eran una cinta de escamas que descendía de la garganta hasta el estómago, otra que cubría todo el espinazo, y unas uñas gastadas. como corroídas por el salitre.

Los pescadores llevaron al extraño sujeto al convento de San Francisco donde, después de conjurar a los espíritus malignos que pudiera contener -costumbre habitual para aquel entonces no solamente para casos como este, sino para el que presentara cualquier anomalía menor-, le interrogaron en varios idiomas sin obtener de él respuesta alguna. Al cabo de unos días, los esfuerzos de los frailes en hacerlo hablar se vieron recompensados con una palabra: -Liérganes.

El suceso corrió de boca en boca, y nadie encontraba explicación alguna al vocablo hasta que un mozo montañés, que trabajaba en Cádiz, comentó que por sus tierras había un lugar que se llamaba así. Don Domingo de la Cantolla, secretario de la Inquisición, confirmó la existencia de Liérganes como un lugar cercano a Santander, perteneciente al arzobispado de Burgos, y del cual él era oriundo. De inmediato mandó noticia del hallazgo efectuado en Cádiz a sus parientes, solicitando que informaran de si allí había ocurrido algún suceso que pudiese tener conexión con el extraño sujeto que tenían en el convento. De Liérganes respondieron que de allí solamente faltaba en los últimos tiempos un tal Francisco de la Vega, hijo de la viuda María de Casar, mientras nadaba en el río de Bilbao; pero que esto había ocurrido cinco años atrás.

Esta respuesta excitó la curiosidad de Juan Rosendo, fraile del convento, quien, deseoso de comprobar si el joven sacado de la mar y Francisco de la Vega eran la misma persona, se encaminó con él hacia Liérganes. Cuando llegaron al monte que llaman de la Dehesa, a un cuarto de legua del pueblo, el religioso mandó al joven a que se adelantara hasta allí. Así lo hizo su silencioso acompañante, que se dirigió directamente hacia Liérganes, sin errar una sola vez al camino; ya en el caserío, se encaminó sin dudar hacia la casa de María de Casar. Ésta, en cuanto le vio, le reconoció como su hijo Francisco, al igual que dos de sus hermanos que se hallaban en casa.

El joven Francisco se quedó en casa de su madre, donde vivía tranquilo, sin mostrar el menor interés por nada ni por nadie. Siempre iba descalzo, y si no le daban ropa no se vestía y andaba desnudo con absoluta indiferencia. No hablaba; sólo de vez en cuando
pronunciaba las palabras “tabaco”, “pan” y “vino”, pero sin relación directa con el deseo de fumar o comer. Cuando comía lo hacia con avidez, para luego pasarse cuatro o cinco días sin probar bocado. Era dócil y servicial; si se le mandaba algún recado lo cumplía con puntualidad, pero jamás mostraba entusiasmo por nada. Por todo ello se le creía loco hasta que un día, casi diez años después, vieron unos vecinos como Francisco, ya un hombre de mediana edad, se adentraba en el mar y allí desapareció de nuevo, sin que se supiera nunca nada más de él.

Hasta ahí el relato resumido, tal y como lo expone el padre Feijoo. En su obra, el fraile abunda en detalles y da los nombres de quienes le impulsaron a reseñar este suceso, ante el cual, en un principio, se mostró escéptico, y al que sólo dio crédito tras recabar información de personajes que merecían su confianza, como el marqués de Valbuena, de Santander, don Gaspar Melchor de la Riba Agüero, caballero de la orden de Santiago y natural de Gajano, pueblo cercano a Liérganes, y don Dionisio Rubalcava de Solares, que conoció y trató a Francisco de la Vega. Hay otros hombres, que por sus cargos y edad parecen ser de toda fiabilidad, que registraron el suceso con las declaraciones de testigos incluidos.

La existencia de los hombres marinos la explica Feijoo a base de la adaptación al medio. Razona que sí a una natural inclinación hacia el mar y una especial predisposición para la natación, se añade la práctica continuada, tanto del ejercicio natatorio como de la retención de la respiración, se podría llegar a resultados sorprendentes, como los que lograron estos singulares sujetos. Aceptada la posibilidad de existencia de estos individuos, cabe la posibilidad de que hombres y mujeres con estas habilidades tuviesen, por causas diversas, que buscar refugio en la solitaria vida marina. A partir de aquí, la existencia de una raza de hombres marinos, herederos de las facultades de unos padres adaptados al medio acuático, es del todo admisible.

Ya en nuestro siglo, el doctor Gregorio Marañón volvió a interesarse por la leyenda del hombre pez de Liérganes, y en su libro “Las ideas biológicas del padre Feijoo” dedica un capítulo entero a la leyenda y a los argumentos presuntamente científicos que utilizó el ilustrado para justificar la existencia de los hombres marinos.

A partir de toda la serie de datos recogidos,
Marañón formula la hipótesis de que Francisco de la Vega padeciese cretinismo, enfermedad caracterizada por una detención del desarrollo fisico y mental y acompañada de deformaciones. Esta es la causa de que un buen día el joven Francisco, ‘idiota y casi mudo’, abandonase su lugar habitual de residencia y vagase por tierra o quizá por mar, “pero no nadando”, hasta que se le localizó de nuevo en Cádiz. La coincidencia de que desapareciese bañándose y que se le localizase de nuevo en el mar, junto con la incapacidad del muchacho para dar cualquier explicación, tejió la leyenda de los cincos años de vida marina.

La mudez, la tez blanca, el pelo rojizo, la piel escamosa -debido probablemente a la ictiosis-, la glotonería y el hecho de comerse las uñas, datos todos que aparecen en el relato del padre Feijoo, interpretados desde un punto de vista clínico, no son sino síntomas de cretinismo, enfermedad endémica propia de regiones montañosas, y entonces frecuente en la montaña santanderina.

La habilidad de Francisco de la Vega en la natación y su resistencia en las inmersiones. las explica Marañón a través de la insuficiencia tiroidea, con frecuencia ligada a las personas que padecen ictiosis. Se ha podido comprobar experimentalmente que, cuanto menor es la cantidad de tiroxina segregada, tanto menor es la necesidad de oxígeno, y por tanto mayor el tiempo de resistencia del organismo a situaciones en que falta este elemento.

De todos modos, después de leer la historia de Feijoo y la explicación del doctor
Marañón, se nos plantea una duda: Francisco de la Vega, ¿era realmente un cretino? Lo cierto es que no se dice nada de eso antes de la desaparición del muchacho en el río de Bilbao, y tan sólo se alude a su silencio y locura después de su reaparición en Cádiz. Aunque la interpretación del suceso que ofrece Marañón es ingeniosa y parece dar una respuesta lógica (dentro de la lógica científico- experimental típica del siglo XX) al fenómeno del hombre-pez, nuestro doctor, muy prudentemente -como corresponde a todo buen espíritu científico- se muestra abierto a valorar cualquier otra posible explicación que se pueda dar a tenor de nuevos datos. No se atreve a hablar, aunque lo insinúa, de una remota posibilidad de mutación genética; ciencia entonces no tan avanzada como ahora mismo.


Otra posible explicación es inversa a la de la mutación.

Según esta última teoría los mutantes seríamos nosotros, la especie humana que evolucionó desde seres acuáticos -veamos las narraciones de todas las culturas del mundo sobre que nuestros antepasados eran similares a peces- y este -y otros- hombres pez no eran sino especímenes de nuestro género que recibieron y desarrollaron genes de esas épocas remotas, en una transmisión genética que hoy sabemos es posible.

¿Es esta última la más razonable explicación? Si fuera así se abriría un nuevo campo a la comprensión de muchos fenómenos misteriosos.

Redacción.-

Los primeros enanitos verdes

DESCUBRIR. NOVIEMBRE 1995

Este es año de platos voladores y, según todo indica, particularmente hacia Bariloche, la temporada andina ha sido de las buenas. Es propicia para revisar la vieja noticia de criaturas humanas verdes, enigma que viene de nueve siglos atrás. Sin adherir a la ingenuidad inicial que los llamaba niños verdes, y sin bases ciertas para sostener que fueran mutantes de probeta o de botellón, humanoides transgalácticos o espíritus, es forzoso darles nombre impreciso. Esta crónica optará indistintamente por la denominación primera o por la muy actual de enanitos verdes.
En tiempos del chambón rey Esteban de
Inglaterra, llegado al poder en 1154, la religión —como hoy la economía— explicaba sabiamente toda causa y efecto, cualquier fenómeno. Según quedó escrito, los espíritus aparecen sin timidez ante personas preparadas para esos encuentros. Desde San Isidoro de Sevilla (560-636) se aceptó que también los demonios de pronto se hacen reales y tangibles. Sucesos que hoy llamaríamos paranomarles despertaban en el Me-
diuevo poca sorpresa y, sobre todo, menos discusiones que ahora. Sabios con chapa, mal o bien, explicaban y catalogaban todo.
Uno de ellos fue, hasta cierto momento, William de Neiburgh, monje de un monasterio de Yorkshire. El inauguró el relato de unos extraños niños verdes aparecidos en el siglo XII en Woolpit, cerca de Bury St. Edmunds, en Suffolk. Veamos algún párrafo de aquella descripción fundacional:
CERCA DEL MONASTERIO —cuenta— “hay

unos pozos antiquísimos que se conocen
como woolpittes y que dan nombre a un pueblo vecino. Era tiempo de cosecha y los segadores estaban recogiendo el trigo cuando de uno de esos pozos salieron de pronto dos pequeñas criaturas tales como un niño y una niña. Sus cuerpos eran completamente verdes; vestían ropajes de color extraño y textura desconocida. Vagaron inquietos por el campo hasta que los segadores los recogieron y condujeron al pueblo, donde mucha gente se
agrupó para ver la maravilla...”.
El hallazgo fue ratificado por el abad Ralph de Coggeshall, de Essex. que corrigió la descripción anterior rumbeando a la sospecha. Para él “estaban teñidos de un color verde”. El mismo escriba da cuenta de que nadie pudo entender el lenguaje de los enanitos y que, “cuando fueron llevados a casa de un caballero, en Wikes, lloraron amargamente. Sólo se interesaron ante unas chauchas acaso parecidas a su alimento habitual. Buscaron dentro de los tallos y quedaron desolados al no ha-
llar nada, pero se consolaron cuando se les mostró que las vainas contenían porotos”.
La dieta no valió para el enanito, que dio en languidecer y murió. La enanita se acostumbró a otras comidas, sobrevivió e incluso se fue poniendo cada vez más rosadita. La bautizaron y quedó al servicio del caballero pero, según el abad “su conducta fue traviesa y disoluta”.
EL ABAD AGREGA: "Ella declaró haber llegado desde un país sin sol pero con crepúsculo, donde todo era completamente verde incluso los habitantes”. Según la ex niña o enana, habían desembocado con su hermano en el woolpit luego de entrar en una cueva. Al salir, la luz del sol los deslumbró y aturdió, se aterrorizaron ante los segadores y no pudieron ya encontrar de nuevo el pozo para huir de ellos. A pesar de su verdísimo pasado la muchacha se casó con un mozo de Kings Lynn y vivió muchos años.
El monje de Newburgh no concordó con el abad en la historia de la cueva. Según él, cuando fueron hallados en el trigal la enana contó muy otra cosa: “Somos habitantes de la Tierra de San Martín (sic) y estábamos dando de comer a los animales de nuestro padre. De pronto hubo un repentino y ensordecedor rebato de campanas, nuestros espíritus se sobrecogieron y nos vimos trasladados al campo de cosecha”.
Según el monje William, la que ellos consideraban una niña, juró alguna vez que en su tierra natal también había iglesias, y
que estaba separada de “un país de luz” por lo que ella llamaba “una gran corriente”. ¿Un río, un mar, una galaxia? Conviene señalar que durante el reinado del tal Esteban, la vida era muy difícil y que, a menudo, las familias se desintegraban en busca de comarcas donde hubiese menos miseria (nombre antiguo abarcador de las hoy llamadas necesidades básicas insatisfechas).
QUE TE QUIERO VERDE. Por buscar pelos en la leche las mentes racionales de aquellos años, y de los que irán corriendo, dudaron del verdor atribuido a las curiosas criaturas. ¿Por qué entonces, tan rara humanidad en las descripciones originales? Acaso se de-
biera a que el verde fue siempre un vicio inglés, que atribuía a ese color capacidades sobrenaturales. En el folclore tenía significación ambivalente: era el color de la vida y la fecundidad y, asociado con las hadas, connotaba cierta magia siniestra. Recordemos que hubo fea dualidad en aquel caba-
llero de Verde Luna del castellano Quijote, pero ya antes en Inglaterra, el “hombre verde” estaba en las canciones y en los nombres de las tabernas. Desde el siglo XIV se conoce el poema anónimo Sir Gawain y el Caballero Verde, que refiere cosas así:
“La gente se había reunido para contemplar y examinar al personaje! porque todos los hombres se preguntaban qué podía significar! que aquel jinete y aquel caballo tuvieran tal color,! que parecía más verde que la hierba,! y aún más que brillara de una forma más llamativa que un esmalte verde sobre el oro.! Los que estaban de pie lo estudiaron y se acercaron/ sigilosamente a él no sin gran curiosidad! sobre lo que el personaje podría hacer.! Porque ellos habían visto hechos sorprendentes,! pero ninguno como éste.! Así pues, los habitantes del lugar lo catalogaron! como un fantasma de la tierra de las hadas.!!”
CHAUCHA Y POROTO. Con el correr de los siglos muchos nuevos enanitos verdes irían siendo denunciados, pero al parecer ninguno de ellos mostró avidez por los porotos que tanto gustaron a los pasajeros del woolpit. Pero hay otras circunstancias curiosasquevalela pena señalar respecto de las creencias de aquella época: se decía que las chauchas o judías verdes eran el bocado predilecto de muertos y fantasmas. De allí que los sembrados chaucheros tuvieran gran tránsito nocturno de almas en pena. También se creía, paradójicamente, que esparciendo este tipo de alimento alrededor de una casa, ésta quedaba protegida. Una tradición más especializada sostiene que para andar por tierra embrujada se debe llevar en la boca uno de esos porotos. No bien aparece la primera bruja, zácate, se le escupe el poroto, y después, todo bien.
En resumen, y como casi siempre, quedan abiertas todas las opciones. El hecho de que los niños o enanitos no comiesen más que porotos los ubicaba en la categoría de espíritus. Pero ¿cómo es que no tenían ni idea de cómo se abrían las vainas? Los fantásticos enanitos verdes de los ovnis anuales no muestran avidez por chauchas ojudías verdes, alubias blancas ni porotos caballeros. Se diría que son motoristas casi onmívoros, con paladar de camionero más que de gourmet. Lo mismo los atraen las yerbitas serranas del Uritorco que el mediocre catering de nuestras aeronaves es.
REFLEXIONES MADURAS
1. Las criaturas verdes halladas en Woolpit —vinieran de donde vinieran—pudieron padecer algún tipo de ictericia debido a la ingestión forzosa de porotos silvestres incompatibles con sus sistemas biliares. 2. La larga permanencia en pozos pudo haber puesto a aquellos seres en contacto con minerales que, absorbidos por vía cutánea, originaron el verde aspecto con que asombraron a los segadores.
3. Por otra parte: no ha sido
suficientemente examinada una de las declaraciones de la enanita verde. ¿Alguien setomó el trabajo de investigar en parajes (o circos, o teatros), llamados “San Martín”?
4. Habida cuenta de los ajustes feroces de aquel rey Esteban, es posible que las dos verdes criaturas fueran como nuestros chicos de la calle:
seres hambreados forzados a mentir y capaces de alucinación y fantasía.
5. Un hecho concreto es que,
a medida que la niña fue aprendiendo a leer, mudó de color, estatura y costumbres. Si ella había sido alma en pena, quedó claro que el libro es mejor alimento espiritual que la chaucha.
6. En última instancia y para el caso de que los dos extraños enanos del trigal hubiesen sido extraterrestres, resultaron de bajo rating. El varón murió pronto y ella se vulgarizó. Nadie vino nunca a buscarlos.

Las misteriosas luces del Delta del Paraná

Revista Año Cero. Por , Año 11, nro 8

E1 Paraná es el segundo río más largo de Sudamérica. Nace en Brasil y, tras
recorrer 4.700 km, desemboca en el Río de la Plata, no sin antes formar un gran
delta.
Antes de la llegada de los españoles, las tierras bañadas por esta
corriente fluvial eran dominio de algunas de las numerosas tribus guaraníes. A
pesar de que no edificaron grandes ciudades ni templos, estos pueblos poseían un
lenguaje rico en vocablos, y una prolifica mitología, especialmente rica en todo
tipo de criaturas no humanas. Son numerosos los relatos guaraníes donde se
mezclan hechos prodigiosos con la aparición de luces y seres desconocidos. En
épocas más modernas, algunos escritores también recogieron relatos sobre luces
extrañas que se aparecían a los pescadores del Delta del Paraná, adoptando las
más diversas formas y colores.
Pero, si bien las observaciones de luces en esta zona se remontan a
tiempos inmemoriales, lo cierto es que su salto a la popularidad comenzó con la
divulgación de unos sucesos muy concretos.
Victoria es una pintoresca ciudad ubicada prácticamente en las márgenes de
la Laguna del Pescado, a 330 cm al noroeste de Buenos Aires. Los siete cerros
que la rodean y la presencia del puerto que la une fluvialmente con el Rio de la
Plata le otorgan una importancia singular. Esta localidad ribereña es, desde
1991, lo que muchos ufólogos argentinos denominan una "zona ventana", a causa de
la cantidad y calidad de los sucesos OVNI que allí acontecen.



OVNIs sobre "La Pepita";

Todo comenzó en la estancia " La Pepita", una finca situada a tan sólo 8 km. de
la ciudad de Victoria. Su propietaria, Judith Gonzalvez de Basaldúa, observó,
junto a algunos sus empleados, una serie de luces que cruzaban su finca cada
día. Tras cerciorarse de que no correspondían a ningún fenómeno convencional,
lograron establecer que éstas se podían contemplar siempre a la misma hora, en
torno a las 20:30.
Posteriormente, un periodista local, Ramón Pereyra, decidió participar en
una de las curiosas vigilias de "La Pepita" y lo hizo llevando una cámara de
televisión. Aquella noche, acompañado por algunos de los habituales observado-
res, logró filmar un objeto luminoso de color rojizo que se desplazaba por los
cielos de Victoria. Este suceso seria el detonante para que los OVNIs se
convirtieran en un auténtico acontecimiento social en esta localidad. El 23 de
julio de 1991, los fenómenos de Victoria ya habían captado plenamente la
atención de la prensa nacional.
Tras este primer incidente, numerosos profesionales de los medios de
comunicación se desplazaron hasta dicha ciudad a la caza y captura de OVNIs. Una
de las principales cadenas argentinas, ATC (Argentina Televisora Color), logró
registrar con sus cámaras las evoluciones de varias luces multicolores que se
desplazaban por el río. El protagonismo que los medios de comunicación dieron a
los fenómenos de Victoria atrajo un nuevo aluvión de periodistas, investigado-
res, curiosos y militares. Pese al invierno, miles de personas se reunían cada
día con la intención de convertirse en testigos de aquellos sucesos.
Los principales puntos de observación de Victoria fueron -además de la
estancia "La Pepita"- el cerro de la Virgen, el cerro La Matanza y la costanera
de Victoria. Los resultados de aquellas noches de "cacería" no fueron pocos, ya
que son centenares los casos recogidos por los ufólogos en la ciudad y sus
alrededores. Y hubo más aún, ya que numerosos investigadores se convirtieron en
testigos al poder contemplar con sus propios ojos algunos de los extraños
fenómenos luminosos.
Además, para sorpresa de muchos, los habitantes del Delta ya habían
clasificado las luces varios años antes de que llegasen los investigadores.
Cuando, a raíz de los incidentes OVNI de 1991, Victoria se convirtió en prota-
gonista habitual en los medios informativos, éstos reflejaron la preocupación de
numerosos testigos que buscaban una explicación para estos fenómenos. Quizá por
ello, varios periódicos y televisiones locales aventuraron la posibilidad de que
la NASA enviara a algunos de sus técnicos y científicos para investigar el
caso in sito. Aunque no existe una confirmación oficial de que el interés de la
agencia espacial norteamericana se tradujera en su presencia física en Victoria,
numerosos habitantes del lugar están convencidos de que entre los visitantes que
acudieron a la zona movidos por su interés hacia el fenómeno OVNI, había
miembros de la NASA. Al fin y al cabo, no sena la primera vez que se especula
con la posibilidad de que científicos de esta agenda hayan visitado zonas
ufológicas calientes de Sudamérica.


Los colores de un enigma

Los grupos de investigación CEFU y Hemisferios son quizá los más activos de la
ufología argentina. Durante sus viajes por el Delta del Paraná pudieron recoger
cientos de testimonios sobre el comportamiento de estas luces, a las que los
lugareños coinciden en catalogar según sus colores y comportamiento. Bajo dicho
patrón, podrían dividirse entres tipos:
1. Luces rojas, que suelen acercarse a los testigos-y hasta perseguirlos-,
cuyo tamaño puede oscilar entre el de una pelota de tenis y varios metros de
diámetro.
2. Luces amarillo-ámbar, que aparecen más alejadas de los observadores y
son "más tranquilas".
3. Luces blancas, que siempre son divisadas en la lejanía y desplazándose
por los islotes.
Sin embargo, en el Delta no sólo se ven luces. Entre la abundante
casuística recogida en la ciudad y su zona de influencia existen testimonios
según los cuales los OVNIs se presentan bajo otros aspectos.
En Antelo, a 13 km de Victoria, fue observado un objeto volador luminoso,
con forma de cigarro puro, en agosto de 1992. Después de este avistamiento
aparecieron doce huellas circulares, similares a los "corros de hadas", en una
de las fincas. En la zona del Delta los investigadores han recogido también
algunos casos donde aparentemente hubo fenómenos electromagnéticos asociados a
OVNIs, además de unos pocos testimonios de quienes afirman haber observado
tripulantes.
Este cuadro ufológico parecía indicar que la región iba a convertirse en
un nuevo púlpito donde desembarcarían todo tipo de profetas de los platillos
volantes, tal como ya había ocurrido en otras zonas ufológicas sudamericanas. En
el Cerro Uritorco (en la provincia argentina de Córdoba) o en la "Estancia La
Aurora" (Uruguay), la magnitud de los fenómenos ufológicos estuvo empañada
porque todo tipo de místicos quisieron hacer suyos unos sucesos que actuaban
independientemente de sus fórmulas "mágicas". Sin embargo, los gurus de los
platillos volantes no hallaron adeptos en el Delta.
Si bien las observaciones de luces no identificadas en la zona de Laguna
del Pescado y Victoria tuvieron su máxima repercusión a mediados de 1991, el
fenómeno ha estado presente en diferentes épocas. Por lo menos, así se deduce de
los numerosos testimonios y de la propia literatura local. Un buen ejemplo es la
obra El país de los Chajas, publicada en los años 50 y escrita por el padre Gregorio Spiazzi bajo el seudónimo de Martín de Pospés. El relato cuenta la historia de unos pescadores que estaban faenando de noche y vieron una especie de "bandera roja, una luz potentísima. No se oía ruido de motor ni batir de remos ni de palas... el globo rojizo coloreaba todo el río". Según el relato de Spiazzi, la luz se acercaba a los pescadores a una velocidad vertiginosa. Cuando éstos intentaron dejar paso a aquella embarcación, la luz "apagóse de súbito. Y no se vio ni se oyó nada más en toda la noche".




Base intraterrena

Los investigadores siguen recogiendo, entre quienes viven en las islas del Delta
y entre los campesinos de las aldeas cercanas, numerosos casos de un fenómeno
que aún continúa produciéndose en el entorno de esta zona del Paraná.
El equipo de investigación Visión 0VNI, compuesto por Silvia Pérez Simondini, sus hijos Andrea y Christian, Néstor Gaioli y Pablo Puchet, ha
trabajado sobre una inquietante hipótesis que podría apuntar a la existencia de
una base intraterrena en Victoria. El río sería la puerta de entrada y salida de
esta base, donde se encontraría el epicentro de los extraños fenómenos que
ocurren en la zona desde principios de siglo.
Actualmente se está construyendo un puente de gran envergadura sobre el
río Paraná, las islas y el río Victoria, que permitirá las comunicaciones del
Mercosur con Argentina. Alli han tenido lugar numerosos sucesos para los que sus
constructores no encuentran explicación.
La mayor de las máquinas que realizan el trabajo de dragado está sostenida
por dos patas de hierro de 0,50 cm de diámetro, 18 m de largo y 6 toneladas de
peso. Una de las patas se rompió durante una maniobra y los buzos bajaron para
engancharía y subirla a la superficie. Según las declaraciones de los
trabajadores, cuando ello ocurre suelen encontrar la pieza a una profundidad
aproximada de 1 m. Sin embargo, en esta ocasión no fue así. Jamás apareció,
aunque la buscaron durante dos semanas empleando ecosondas y tecnología de
vanguardia. Esto nos hace sospechar que el río, que aparentemente no presenta
gran profundidad, esconde en sus entrañas toda suerte de enigmas. Otro de los
misteriosos fenómenos que suceden allí se manifiesta en forma de esferas de
diferentes tonalidades que paralizan el funcionamiento de los motores y de las
luces del puente cuando lo sobrevuelan. Algo que ha ocurrido en varias ocasiones, provocando el temor y la preocupación del personal, que también ha obtenido diversas fotos de estas extrañas esferas de luz.
Modesto Colman tiene 60 años y es un hombre de gran temple y coraje. Se dedica a
la pesca o al cuidado del ganado y había sido siempre incrédulo sobre el
fenómeno OVNi, pero el 16 de octubre de 1992 fue protagonista de unos hechos que cambiaron radicalmente su forma de ver las cosas. Era de noche y él estaba cerrando un molino en el cual trabajaba. Mientras realizaba esa tarea, recordó los comentarios de sus vecinos y amigos acerca de los extraños sucesos que acaecían en el río, frente a la Laguna del Pescado, justamente al lado de donde él se encontraba en esos momentos. Entretenido en estos pensamientos, comenzó a balar por las escaleras del molino cuando un sudor frío recorrió su espalda: todo se estaba iluminando a su alrededor. Se dio vuelta lentamente al notar que la luz estaba detrás de él y entonces se sintió presa del pánico, ya que una enorme esfera le seguía, a una distancia de 30 metros escasos, mientras él bajaba las escaleras. Cuando llegó al piso bajo, con la esfera siguiéndole
todavía, vio cómo descendían de ella tres pequeñas figuras. Guiado por el terror, sacó un gran cuchillo para defenderse e increpó a los misteriosos seres.
La respuesta de éstos no se hizo esperar: de la esfera salió un rayo de luz que
se dirigió hacia él, rozándole la mitad del rostro. Fue entonces cuando Colman
experimentó la extraña sensación de que su cuerpo disminuía de tamaño, hasta que
le pareció que no medía más que unos pocos centímetros. Se refugió tras un árbol, pero éste fue alcanzado por un nuevo fogonazo de luz. Aterrorizado, emprendió una carrera que se le antojó interminable; tenía la visión nublada y sus ropas se desgarraron en la alambrada del campo. Una vez en su casa, comenzó a llorar desconsoladamente. Durante 10 días sufrió sordera y mala visión, aparte de quemaduras en la cara. En el lugar donde vivió la experiencia quedó la huella de la esfera en forma de herradura, de unos 6 m de diámetro, y el árbol tiene aun su muñón quemado. Desde entonces, Modesto está seguro de que a él "se lo quieren llevar, pues luego sufrió otras experiencias similares.

En una de las curiosas vigilias de "La Pepita" y lo hizo llevando una cámara de televisión. Aquella noche, acompañado por algunos de tos habituales bservadores, logró filmar un objeto luminoso de color rojizo que se desplazaba por los cielos de Victoria. Este suceso sería el detonante para que los OVNIs se convirtieran en un auténtico acontecimiento social en esta localidad. El 23 de julio de 1991, los fenómenos de Victoria ya habían captado plenamente la atención de la prensa nacional.
Tras este primer incidente, numerosos profesionales de los medios de
comunicación se desplazaron hasta dicha ciudad a la caza y captura de OVNIs. Una
de las principales cadenas argentinas, ATC (Argentina Televisora Color), logró
registrar con sus cámaras las evoluciones de varias luces multicolores que se
desplazaban por el río. El protagonismo que los medios de comunicación dieron a
los fenómenos de Victoria atrajo un nuevo aluvión de periodistas, investigado-res, curiosos y militares. Pese al invierno, miles de personas se reúnen cada día con la intención de convertirse en testigos de aquellos sucesos.
Los principales puntos de observación de Victoria fueron -además de la
estancia "La Pepita"- el ceno de la Virgen, el ceno La Matanza y la costanera de
Victoria. Los resultados de aquellas noches de "cacería" no fueron pocos, ya que
son centenares los casos recogidos por los ufólogos en la ciudad y sus
alrededores. Y hubo más aún, ya que numerosos investigadores se convirtieron en
testigos al poder contemplar con sus propios ojos algunos de los extraños
fenómenos luminosos.
Además, para sorpresa de muchos, los habitantes del Delta ya habían
clasificado las luces varios años antes de que llegasen los investigadores.


Cuando, a raíz dejos incidentes OVNI de 1991, Victoria se convirtió en protago-nista habitual en los medios informativos, éstos reflejaron la preocupación de numerosos testigos que buscaban una explicación para estos fenómenos. Quiza por ello varios periódicos y televisiones locales aventuraron la posibilidad de que la NASA enviara a algunos de sus técnicos para investigar el caso in situ. Aunque no existe una confirmación oficial de que el interés de la agencia espacial norteamericana se tradujera en su presencia física en Victoria, numerosos habitantes del lugar están convencidos de que entre los visitantes que acudieron a la zona movidos por su interés hacia el fenómeno OVNI, había miembros de la NASA. Al fin y al cabo, no sería la primera vez que se especula con la posibilidad de que científicos de esta agencia hayan visitado zonas ufológicas calientes de Sudamérica.

Proyecto Libro Abierto

Revista Conozca Mas nro 77, por



Cala el sol en Buenos Aires, y nada en el cielo o la Tierra anunciaba hechos fantásticos. Pero, de pronto, aquel 14 de junio de 1980 se convirtió en "la noche de las dos lunas". Un gigantesco disco blanco luminoso rozó la Luna, aumentó de tamaño, sobrevoló el estadio de River Plata, se posó en una pista del Aeroparque Jorge Newbery y luego desapareció.
Lo vieron, maravillados, miles de argentinos: la luz circular tenía en el centro un sector oscuro, a través del cual podían divisarse las estrellas.
El personal de la torre de control del Aeroparque insistió en que se trataba de "un objeto sólido". Los ovnílogos locales Mónica Plataneo y Juan C. Comte hablaron de "una nave madre que lanzó platos voladores de observación, vistos en el núcleo negro rodeado por una nube". El científico de la NASA James Oberg -especialista en el programa espacial ruso e investigador de Omni- opinó que el extraño fenómeno no sería más que "una nube de gases expulsados por el cohete que puso en órbita al satélite Cosmos 1188, visto como una espectacular burbuja que, a una altura de 650 kilómetros, aún era alcanzada por los rayos solares".
Ouedaron fotos impresionantes, pero el enigma de los 0vnis siguió sin ser resuelto.
Precisamente por eso, la revista Omni -de los Estados Unidos, que se dedica a abordar desde un costado científico esta clase de fenómenos paranormales- propone reunir en un libro las investigaciones que satisfagan concretamente esta incógnita que preocupa a muchísimos científicos de todo el mundo: "¿Hay pruebas irrefutables de visitas de otros mundos?".
Establecido un acuerdo con Omni, Conozca Más se asocia al acontecimiento publicando -a continuación- una síntesis de la nota del mensuario norteamericano en la que la prestigiosa ovníloga Pamela Weintraub fija los conceptos y alcances del proyecto de investigación llamado Libro Abierto.
En Estados Unidos -dice la autora-, un 90 por ciento de todos los fenómenos atribuidos a ovnis pudo ser finalmente explicado. Por eso, nuestro Libro Abierto se apoya en la constante política de Omni: un escepticismo bien informado. Porque las afirmaciones extraordinarias requieren extraordinarios niveles de prueba.
El ya desaparecido doctor Allen Kynek, que entre 1940 y 1950 fue astrónomo del Smithsonian Institute y se desempeñó como profesor en Ohio y Harvard, investigó informes sobre ovnis para el hoy mal recordado Libro Azul, con el que la Fuerza Aérea norteamericana quiso desacreditar el tema. Más tarde, Hynek confesó a Omni que estaba siendo deshonesto, porque ningún procedimiento científico permitia descartar todas las observaciones
Al fin, su legítimo legado consistió en admitir que los ovnis podían ser estudiados con tanto rigor científico como un volcán o un lago. Esta es la idea original que sigue en manos de un grupo de investigadores serios, escépticos y de mente abierta, y éste el espíritu que pedimos a los lectores que deseen colaborar con el Libro Abierto.
Sólo sabemos que cualquier narración que aceptemos investigar debe darnos abundantes pruebas para analizar y explorar. Sin elementos, como ser testigos múltiples, huellas físicas, documentación médica o efectos electromagnéticos, nadie obtendrá resultado alguno, y todos habremos perdido el tiempo.
Por poner un ejemplo extremo: si estamos ante un posible caso de abducción por ovnis, la prueba real debe ser aportada por el presunto secuestrado -no por nosotros-, a través de algún dato de naturaleza astronómica o física ignorado por la ciencia contemporánea, pero comprobable después. En el umbral del siglo XXI, cuando los ovnis ya ocupan un lugar propio entre los relatos de terror y ciencia-ficción, debemos desprendernos de esas atractivas fantasías y, estudiando las pruebas -si las hay-, encontrar alguna respuesta seria, prudente, racional y concluyente. Desde ya, somos conscientes de que nuestra investigación recién comienza.

En 1990, Leah Haley empezó a recordar inquietantes sueños en los que se veía a bordo de naves espaciales acompañada por extraterrestres. Las imágenes eran tan extrañas y reales al mismo tiempo que la mujer busco ayuda profesional. Su terapeuta, el doctor John Carpenter, de Springfield, estado de Misuri, conocido por sus trabajos de hipnosis con secuestrados por ovnis, destaca que el caso Haley tiene una particularidad inusual: sus "recuerdos" comprometen a las fuerzas armadas de los EEUU. Después de someterse a hipnosis, Haley considero que sus sueños eran reales e hizo publica su experiencia en un libro que ella misma edito.
En 1960, Leah Haley y su hermano (por entonces de 9 y 7 años) vieron lo que pensaron era una nave espacial que aterrizaba en el bosque próximo a su casa de Gardendale, estado de Alabama. "Vi tres objetos -cuenta ella-, dos de los cuales pronto desaparecieron. El restante era plateado, esférico y se quedo largo rato en el cielo."
Treinta años después, Haley visito a su madre y su hermano, y recordó un sueño: "Yo estaba en una nave espacial, en una sala redonda, acostada sobre una plataforma, con seres de color blanco grisáceo y de grandes ojos negros que estaban haciendo alguna experiencia medica conmigo."
Luego sus sueños se incrementaron y Leah Haley busco a Carpenter con la esperanza de que este descubriera en ella algún desorden o explicación. Y en quince sesiones de regresión hipnótica, recordó varias abducciones que empezaron cuando ella tenia tres años. Incluso describió una instalación submarina con naves de otros mundos, y a un soldado norteamericano que permanecía en la base, cautivo desde hacia un tiempo.
Bajo hipnosis, Haley evoco -también- su secuestro por personal militar. Hablo de una nave extraterrestre que se había estrellado cerca de una playa mientras ella estaba a bordo, y de unos militares que la sacaron del ovni accidentado. Desde setiembre de 1990 -sostiene Haley- fue seguida "por unos tipos de las fuerzas armadas en autos blancos o de color azul marino", a veces también por helicópteros negros sin identificación. La mujer afirma que era vigilada porque "estuve en esa nave extraterrestre que se estrello: los militares querían obtener la información y hacerme callar".
En abril de 1991 -denuncia Haley- la presión militar se hizo más firme a través del entonces capitán y hoy mayor Tracy Poole, cuya esposa había sido su compañera de estudios. Haley sostiene que Poole le envió "una invitación extrañamente insistente" para visitar el transbordador espacial Endeavour durante su permanencia en la base Columbus. Guardias armados rodeando la nave y carteles alertando "Puede tirarse a matar" explican -según Haley por qué temió "el posible comienzo de un interrogatorio y una tentativa de matarme".

Anomalías técnicas y físicas.
Haley denunció -además-cerraduras y ventanas que se abrían solas, perturbaciones en su línea telefónica y la espontánea descompostura del sistema de seguridad de su casa, además de extraños sonidos que se oían por toda la vivienda. Todo eso la llevó a pensar que "alguien o algo estaba dentro de la construcción".
Haley encontró "más de un centenar de misteriosas marcas" en diferentes partes de su cuerpo. Entre ellas: pinchaduras de inyecciones, pequeñas heridas
-como si le hubieran sacado trocitos de piel- y huellas circulares como de vacunas, hechas aparentemente con tres puntas separadas. Habia también de otros desórdenes físicos: "Ruidos parecidos a los del código Morse" en los oídos, espasmos en la espalda, voces e imágenes, y dolor de ovarios. "Muchas veces me sentí tan aturdida que era incapaz de concentrarme en nada."
¿Sana o paranoica? Durante 1992, Haley visitó tres veces al psiquiatra Thomas G. Shafer, de Florence, Alabama, quien no tiene conexión alguna con ovnílogos y determinó que en ella "no había pruebas de psicosis orgánicas como esquizofrenia, síndrome cerebral orgánico u otra enfermedad". Y en una carta enviada a Haley -y facilitada a Omni- le escribió: "Sin duda, usted padeció algún trauma en el bosque cuando era niña. Su descripción de cómo fue desnudada y acostada mientras se exploraba su cuerpo, me sugiere que ese suceso fue una auténtica velación sexual. Mi opinión profesional -concluía Shafer- es que usted sufre de un desorden de estrés postraumático, complicado luego con un estado paranoide originado por las sesiones de hipnosis".
En el otoño de 1992, Haley se sometió -además- a una prueba de inclinación hacia las fantasías, que el Centro de Estudios sobre Ovnis realiza a numerosos secuestrados por extraterrestres. Según Carpenter, "el test reveló que Leah Haley era menos propensa a las fantasías que el común de la gente: una persona abierta y con los pies en la tierra". Una memoria polémica. "Haley no queda aceptar que hubiera sido secuestrada. No tengo dudas de que estaba muy afectada por lo que ahora recordaba".


FASE DOS: INVESTIGACION

Robert A. Balcer profesor emérito de Psicología en la Universidad de Kentucky y especialista en anomalías mentales- opina que "esos encuentros son, en realidad, imágenes hipnológicas: alucinaciones o sueños que aparecen en estado de vigilia, y nada más". Baker afirma que "sujetos como Carpenter están metiendo a los extraterrestres en la cabeza de la gente". Responde Carpenter: "Yo no estimulo fantasías sobre ovnis. Al contrario. Además, los abducidos provienen de muy diversos niveles culturales y económicos, pero cuentan la misma historia. ¿Mienten todos?"
"Quizá Haley experimenta un estado alterado de conciencia, con gran variedad de causas, desde alergia a la comida hasta perturbaciones cerebrales. Podría tener, como consecuencia, esas fantasías con sensaciones reales e imágenes asociadas en las que se ve raptada por extraterrestres", opina Keith Harary, director de investigaciones del Instituto de Psicología Avanzada de San Francisco.
El lugar de los hechos. Haley guió a Omni por el interior de la base aérea Columbus, buscando una construcción de un solo piso en donde ella cree haber sido retenida e interrogada. Sin embargo, ningún edificio le resultó conocido. Haley también dio el nombre de un malhumorado empleado civil de la base, quien -dijo- sabía algo sobre los ovnis. Pero cuando Omni entrevistó al hombre, este contestó: No tengo autorización para hablar".
En cuanto al mayor Poole, éste confirmó que le facilitó a su mujer un pase extra para Leah Haley, "pero no se trataba de una invitación personal -subraya-. Teníamos áreas restringidas donde el público podía tomar fotografías del transbordador Endeavour. Y es cierto que yo me presenté esa noche, pero fue sólo para saludar".
Desmentida oficial. Según el sargento Debbie O'Leary -de Asuntos Públicos de la Fuerza Aérea-, "nunca se registró la presencia de ovnis sobre la base Columbus, y jamás interrogamos a nadie que sostuviera haber tenido encuentros con extraterrestres". Tammy McBride -del buró de informaciones sobre prisioneros de guerra del Pentágono- investigó sobre un tal Larry Mitchell, nombre que aparecía en el uniforme de un soldado de las "instalaciones subterráneas extraterrestres" descriptas por Haley bajo hipnosis: McBride encontró tres Larry y otra persona de nombre Lawrence, todos de apellido Mitchell. Los cuatro habían muerto en Vietnam.


Helicópteros misteriosos.

Tony Scarborough -profesor de Física en la Universidad Estatal del Delta, en Cleveland, y director de la Red de Intercambio de Informaciones sobre 0vnis de Misisipi- confirmó que en el verano de 1991 "un helicóptero de color negro grafito apareció sobre una casa donde Haley estaba hablando y aterrorizó a la concurrencia. Un año después, un helicóptero similar apareció sobre mi casa y me acompañó volando a unos 150 metros de altura, cuando yo iba a encontrarme con Leah Haley en la Universidad,


Presencias en la casa.

John Beard quien dirige en Columbus la Alianza de Seguridad del
Triángulo de Oro, compañía que instaló el sistema de seguridad en la casa de Haley- corroboró las perturbaciones hogareñas de Haley: "El sistema que instala-mos en su casa tiene defectos de ingeniería. El fabricante lo ha reconocido. Por eso ya no lo vendemos más. Hay por lo menos otros 20 clientes que tuvieron las mismas dificultades". Pero la antigua ama de llaves de Haley, Eunice Eggleston, insiste en que "un día, yo estaba limpiando el piso alto y escuché claramente acordes en el piano. La casa estaba bien cerrada y yo estaba sola en ella. Además, el contestador automático empezó a funcionar sin que sonara el teléfono. Y el conducto de aire acondicionado se desprendió y cayó al suelo".
¿Huellas de abducción? Las raras marcas en el cuerpo de Haley podrían ser importantes pruebas físicas. Sin embargo, "no es raro que durante la noche aparezcan marcas extrañas. Para tomarlas en serio, tendríamos que descartar todas las causas convencionales, incluyendo la posibilidad de que Leah se haya hecho esas cosas ella misma".

El eminente Ronald K. Siegel, especialista en alucinaciones y autor de Susurros: las voces de la paranoia- insiste en que "Haley está sana y es una auténtica secuestrada. Pero los extraterrestres no están afuera, sino dentro de su cerebro".



Conclusión.

Pese al hecho de que algunos investigadores del fenómeno ovni consideran el caso Haley como uno de los más atractivos y mejor documentados hasta hoy, sin más información es imposible saber qué experimentó ella y por qué. No hay evidencias concretas y concluyentes por las que pueda afirmarse que hubo una real abducción por parte de entidades biológicas extraterrestres, y tampoco pruebas suficientes para afirmar que Leah Haley haya sido observada o acosada por organismos militares.

Sembradores de vida

Revista Año Cero. Marzo 2008, por Manuel Dieguez


Más que aceptar la probabilidad fantásticamente pequeña de que las fuerzas ‘ciegas’ de la naturaleza hubieran producido la vida, parece mejor suponer que su origen se deba a un acto intelectual deliberado. Esta sorprendente y polémica declaración constituía uno de los pilares fundamentales del pensamiento del célebre y reconocido astrofísico británico Fred Hoyle. Firme defensor de la teoría de la «Panspermia dirigida» (ver artículo anterior), Hoyle creía posible que una civilización extraterrestre hubiera "sembrado" la vida en nuestro planeta hace millones de años. Este pensamiento heterodoxo no terminaba ahí. Una de sus obras más célebres, El Universo inteligente (Grijalbo, 1984), está plagada de sentencias similares, incómodas para buena parte de la comunidad científica. En una de ellas, Hoyle asegura: «El impulso religioso parece ser una característica exclusiva del hombre (...) Si prescindimos de los múltiples adornos que tradicionalmente se han añadido a la religión, su esencia corresponde a una consigna que llevamos en nuestro interior y que, de una forma muy sencilla, viene a decir: "Procedo de algo situado en el cielo". Profundicemos en esa consigna y encontraremos mucho más de lo esperado.
Siguiendo la invitación de Hoyle, varios estudiosos han ido mucho más lejos, y creen haber encontrado evidencias de que, efectivamente, una civilización alienígena nos creó en un «laboratorio». Lo más curioso es que dichas evidencias se hallarían, según ellos, en diversos mitos y textos sagrados de la antigüedad.
Entre los autores convencidos de la participación de seres extraterrestres en la creación de la humanidad estaba el desaparecido Andreas Faber-Kaiser. En su libro Las
nubes del engaño (Planeta 1984 examina ba la historia en busca de evidencia de esa crónica extrahumana antigua Según Faber-Kaiser, una de estas pruebas se encon traría en el Popol Vuh, el libro sagrado maya
de los indios quichés. Para este investigador algunos fragmentos de dicho texto podían interpretarse en clave
extraterrestre: "Nada existía. Solo había inmovilidad y silencio en la noche. Solo los constructores, los
dominadores, los formadores, los poderosos del cielo, los progenitores, estaban en el agua, rodeados de
claridad. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida
y del hombre". En su libro, Faber señalaba que estos progenitores serían en realidad "sembradores" de vida,
procedentes de una civilización llegada de las estrellas.


Se trata sin duda de una hipótesis arriesgada, sobre todo teniendo en cuenta que los textos religiosos son siempre abundantes en metáforas, parábolas y referencias simbólicas. Sin embargo, no es menos cierto que algunos pasajes resultan intrigantes y sugerentes. Otro de estos textos sagrados, el Libro de Enoc (un apócrifo del siglo 1 a. C. sólo aceptado por la Iglesia ortodoxa etíope) sería, según varios autores, otro respaldo a la hipótesis de los sembradores cósmicos.
Los capítulos 6 a 36 del Libro de Enoc recogen en sus páginas la llamativa historia de unos ángeles caídos, llamados «Vigilantes». A pesar de su condición semidivina, estos «ángeles» parecían tener unas inclinaciones bastante humanas, pues decidieron in
miscuirse en los asuntos terrenales, hasta el punto de tener contacto carnal con las mujeres de la Tierra:
«Así pues, cuando los hijos de los hombres se hubieron multiplicado, y les nacieron hijas hermosas y bonitas, y los ángeles, hijos de los cielos, las vieron, y las desearon, yse dijeron entre ellos: ‘Vamos, escojamos mujeres entre los hijos de los hombres y engendremos hijos’ (...) Así pues, todos ellos eran doscientos, y descendieron sobre la cima del monte Hermon.Tomaron mujeres, cada uno escogió una, y comenzaron a ir hacia ellas ya tener comercio con ellas y les enseñaron los encantos y los encantamientos, y les enseñaron el arte de cortar las raíces y la ciencia de los árboles. Así pues, éstas concibieron y pusieron en el mundo grandes gigantes cuya altura era de tres mil codos». Estos gigantes son conocidos tam
bién como nephilim, y según el Libro de Enoc, fueron los culpables de que se pervirtiera la Humanidad.
Curiosamente, un relato prácticamente idéntico lo encontramos en el Antiguo Testamento. En el Génesis (6, 1-4), puede leerse:
«Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la Tierra y les nacieron hijas, los de raza divina hallaron que las hijas de los hombres eran agradables y tomaron por mujeres a todas las que quisieron. (...) Había gigantes en la Tierra, en aquellos años, y también después, porque cuando los de raza divina se unían con las hijas de los hombres, ellas les daban hijos, que son los valientes de otro tiempo, hombres famosos.
¿Podrían estar reflejando estos textos, tal y como sugieren algunos investigadores, una realidad que quedó disfrazada de mito con el
paso de los siglos? ¿Podrían ser el recuerdo borroso de una mejora genética que los Vigilantes realizaron con los primeros homínidos?
Pero si alguien ha popularizado la idea de un «Génesis extraterrestre’>, ese ha sido el escritor de origen ruso Zecharia Sitchin. En su serie Crónicas de la Tierra (formada por siete libros), este autor desarrolla la teoría de que los Anunnaki (unas divinidades de la mitología sumeria y acadia) eran en realidad seres extraterrestres procedentes de un planeta desconocido, que él identifica con el llamado Planeta X (AÑO/CERO, 154).
Los Anunnaki (término que Sitchin traduce como «los que vinieron del cielo a la tierra>’) no sólo habrían ayudado a prosperar a la civilización sumeria —proporcionándoles valiosos conocimientos científicos—, sino que habrían creado o modificado el ADN de los humanos primitivos, hasta dar lugar con sus experimentos genéticos a la aparición del horno sapiens.
Tal y como detalla en su libro Génesis revisado (Obelisco, 2005), uno de estos Anunnaki, llamado Enki, también conocido como «el Hacedor», habría modificado genéticamente el ADN del homo erectus, al «cruzarlo» con el de los propios Anunnaki. El resultado seríamos nosotros. De este modo, Sitchin cree haber descubierto el auténtico origen del relato bíblico de Adán y Eva...
Pero por desgracia, y a pesar de lo sugerentes que resultan las teorías de Sitchin, éstas no han tenido una buena aceptación en el seno de la comunidad científica. Según los expertos en textos sumerios, las traducciones de Sitchin están plagadas de errores e imprecisiones. Algo similar ocurre también con las lecturas "alternativas" planteadas por otros autores sobre los distintos textos sagrados.
Sin embargo, las notables similitudes en los mitos sobre la Creación, presente en culturas separadas temporal y geográficamente y su insistencia a la hora de mencionar a dioses creadores llegados del cielo podrían indicar que, efectivamente, nuestros auténticos «padres» proceden del cosmos.